Llegamos a las 12 de la noche hora local tocando a un botón que nos permitiese la entrada al país, era un semáforo el que decidía si podíamos pasar o no, si, así fue de surrealista. Estábamos muy cansadas tras un vuelo de casi 24 horas y lo primero que nos encontramos nada más salir del aeropuerto fue con un bofetón de una inmensa humedad y desde entonces no hemos dejado de sudar.
Fuera estaban esperándonos René y Antonia para llevarnos al parque Tehuacán, el que sería nuestro hogar durante un mes. Todo era nuevo, apenas había luz y no podíamos distinguir todo lo verde que se escondía tras la luz del carro.
Tehuacán es un parque ecoturístico precioso, lleno de vegetación tropical y fauna diversa, y cuando decimos diversa nos referimos a cucarachas tan grandes como la palma de una mano, además de familias de saltamontes, arañas y alacranes con las que compartíamos nuestra cabaña. Fue toda una experiencia tan natural como la vida en la selva.
Nuestros lunes son en una pequeña oficina de la alcaldía de Tecoluca dirigida por nuestro coordinador Herberth, en la cual trabajamos un grupo apodado “Zona euro”, puesto que lo componen austríacos, franceses y españolas.
Las primeras semanas fueron de aclimatación, conocer la comunidad (El Milagro) donde íbamos a trabajar, reuniones donde había mucha platica y pocas directrices, porque así funciona El Salvador, a su ritmo… fue entonces cuando nos dimos cuenta, que contábamos con el apoyo incondicional del coordinador pero que nosotras (aclaramos que cuando hablamos de nosotras también incluimos a dos compañeras austríacas, Carolina y Theresa, además de Inmaculada, otra española por el mundo) tendríamos que impulsar el proyecto para que las “pensadas” pudieran salir adelante.
El Milagro es la comunidad elegida por la alcaldía de Tecoluca como modelo para desarrollar distintos proyectos internacionales que contribuyan a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
En concreto, nuestro proyecto consiste en realizar un diagnóstico de la situación de la calidad de las aguas de abastecimiento y las aguas grises, que se correspondería con la primera fase del proyecto, así mismo también pretendemos proponer soluciones a las problemáticas encontradas. Para ello elaboramos una encuesta para identificar las necesidades de todas las familias de la comunidad (120 aproximadamente) gracias al apoyo de Wendy, tesorera del Comité de Aguas, que sin su colaboración esta labor no hubiese tenido sentido. Para nosotras trabajar en la comunidad es de las cosas más gratificantes, porque nos permite hablar con las personas, acercarnos a su realidad y entender otras formas de vida muy lejanas a las que estamos acostumbradas a vivir.
Por otro lado, estamos tomando muestras de agua, tanto potable como residuales, para conocer y evaluar el estado de contaminación de partida, todo esto gracias a las incansables horas de correos, llamadas, reuniones, etc. con responsables de los Ministerios de Salud y Medio Ambiente, ámbito universitario y otras instituciones relacionadas con el agua en el país; con el propósito de que participen de manera altruista con el proyecto.
Ahorita llevamos ya más de dos meses viviendo en Tecoluca pueblo, donde la vida es sencilla y muy calmada, nos encontramos muy a gusto y felices. Tecoluca es un pueblo pequeñito cuya vida podría ser muy semejante a la de algún pueblo de España, sólo que con un clima muchísimo más lluvioso y caliente. Pasear por Tecoluca es pararse varias veces con sus vecinos/as, intercambiarnos los buenos días, que les vaya bien, sonrisas cálidas de sus gentes… A veces, también recibimos silbidos de los muchachos, que entendemos que no son malintencionados pero que reflejan bastante bien el nivel machista presente en su sociedad.
Otro de los rasgos de su sociedad apreciado, es la violencia y el miedo al que el pueblo ha sido sometido durante años, antes, durante y después de la guerra, que se ve reflejado en la cantidad de armas distribuidas en cualquier parte del país, y es que todos los lugares están custodiados por militares, policías y demás cuerpos de seguridad. Pero a pesar de todo esto, se puede llegar al punto de “casi” acostumbrarse a ver estas situaciones a diario y hemos de decir, que sabíamos que El Salvador es uno de los países más peligrosos del mundo, pero personalmente nosotras no lo hemos sentido así, puesto que nunca nos hemos visto envueltas en ninguna situación difícil o hemos sentido esa inseguridad, que a priori, las armas podrían provocar.
Siempre que podemos nos gusta integrarnos con la gente salvadoreña, ya podemos palmear sus deliciosas pupusas y aunque no nos salgan muy redondas, resultan muy ricas, vamos, que nos encontramos encantadas con su maravillosa gastronomía basada en harina de maíz y arroz, frijoles, platanito y huevitos estrellados.
Llevamos más de tres meses conviviendo en este pueblecito personas de diversos países, lo bonito de todo esto es que hemos conseguido crear una pequeña comunidad que trabaja en armonía y que comparte e intercambia distintas perspectivas desde el punto de vista personal y profesional.
La verdad es que el tiempo se nos ha pasado muy rápido y tanto es así que nos encontramos en la recta final del voluntariado, hemos vivido todo este tiempo con mucha intensidad y es que El Salvador es puramente intenso. Solamente queremos dar las gracias a “El Pulgarcito” y a sus gentes por habernos acogido y habernos hecho sentir como en casa.
A continuación, adjuntamos algunas de las fotos recopilados haciendo las encuestas en la comunidad.
Ana Tejero Andrés y Aránzazu Salaices Ortiz