13 de julio, 11 de la noche, Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino, Managua. Después de un imprevisto con el billete, más de 20 horas de vuelo y dos escalas, estoy en Nicaragua. Mi primera vez a este lado del “charco”. Comienza la aventura. Tras pasar un pequeño control llego al recibidor principal de la terminal. Mi primera imagen es un gentío de personas que ofrecen de manera insistente sus servicios de trasporte al centro de la ciudad. Más tarde comprendería que es una estampa más que habitual en esta zona del mundo. Sin embargo, estaba de suerte. Me anticipé al estrés del momento y un amable trabajador de la universidad me estaba esperando, aunque no sin incidencias. Porque aquí todo es relativo, existe otra forma de medir el tiempo, y esa, es siempre al suave. Aquí nada es lo que parece y mejor que no hagas planes porque seguramente nada saldrá como esperabas. El trabajador del que hablo me esperaba con un cartel con el nombre equivocado. Seguramente sea una anécdota de lo más absurda, pero para mí es un buen resumen de parte de mi experiencia. Una vez fuera del aeropuerto, una fuerte bocanada de aire cálido y asfixiante me dio la bienvenida al país de lagos y volcanes, Nicaragua.
¡Ah, casi se me olvida! Me llamo Jesús, estudié comunicación audiovisual y el año pasado cursé el máster en Acción Solidaria Internacional e Inclusión Social en la UC3M.
Antes de emprender el viaje traté de concienciarme, de marcarme a fuego esas palabras que nos dijeron en las jornadas de formación. Tocaba redimensionar el sistema de medida de las cosas, no frustrarme por eso de no poder “cambiar el mundo” y dejar atrás los posibles prejuicios existentes. Pero, como suele pasar, una cosa es la teoría y otra, bien diferente, ponerla en práctica.
Los primeros días en Managua fueron más fáciles de lo esperado. Aparte del transporte desde el aeropuerto, la universidad nos facilitó, a mí y a Patricia, alojamiento. Un alojamiento que al final sería el definitivo. Aunque, eso sí, conseguirlo nos costó sudor y lágrimas, y muchos días de espera. Por aquel entonces también llegaron las primeras impresiones. Conocí a una ciudad caótica; una ciudad hostil para los peatones, donde en muchas zonas las aceras son inexistentes y donde la suciedad abunda. Una ciudad a la que miraba con cautela e inseguridad. Sin embargo, todo eso cambió pronto. Comprendí entonces que acá, por diversas circunstancias, las cosas funcionan de manera diferente, ni mejor ni peor, simplemente diferente. Y que eso de la inseguridad dista mucho de la realidad. Nicaragua es un país mucho más seguro de como lo pintan. Como les gusta decir a los nicas, se trata del país más seguro de todo Centroamérica. Pero por encima de todo, destacaría la hospitalidad y la simpatía de sus gentes. Y es que, al fin y al cabo, por muchas diferencias que existan, acá la gente también sonríe y vive.
Con ilusión y ganas de trabajar llegó el día de las presentaciones. Nuevos compañeros y lugar de trabajo. Pasé a formar parte del equipo docente de la carrera Comunicación para el Desarrollo en la UNAN-Managua. Mi trabajo se centra, básicamente, en la puesta en marcha y la docencia de la asignatura Prácticas de Especialización del tercer año de la carrera, tanto en turno matutino, como vespertino.
Como ocurrió en los años anteriores, me dieron total libertad para desarrollar el temario que quisiera. Entonces llegó la hora de tomar una decisión, ¿sobre qué tema trabajar? Las dos experiencias anteriores dejaron el listón bien alto. Laura se focalizó en prevención del VIH y el respeto a la diversidad sexual e Isa abordó feminismo y estudios de género. En este punto he de agradecer toda la ayuda y consejos recibidos por parte de ambas. A una, por coincidencias de la vida, la conocí nada más aterrizar a la universidad; y con Isa, ya hablé largo y tendido antes de adentrarme en esta aventura. Chicas, tenemos pendientes unas cervezas a la vuelta. Mil gracias.
Después de meditarlo y revisar el programa de la carrera al completo, caí en la cuenta de que faltaba algo que creo que es fundamental. Durante los cinco años de estudio apenas se profundiza en el mundo audiovisual. Es por ello que decidí que el tema escogido para el siguiente semestre iba a ser lenguaje y narrativa audiovisual con enfoque en el género documental. Sin ser consciente del todo, me esperaba una ardua y emocionante tarea.
Entonces llegó el momento de la preparación y la puesta en marcha. De leer y leer. De aprender y desaprender para hacerles llegar, de la forma más práctica y amena posible, qué es eso del audiovisual y el documental. Elaboré el programa con el objetivo de hacer una radiografía general sobre lenguaje y narrativa audiovisual, género documental y producción audiovisual. De esta manera, cada semana preparo diverso material en base a lo planificado. Profundizamos en diferentes temas y los alumnos y alumnas van realizando actividades como: la elaboración de historias con imágenes y sonidos; o, comentarios sobre trabajos documentales. Todo ello encaminado a que planifiquen y realicen un cortometraje documental sobre un tema específico: los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Una actividad en la que ya están trabajando.
Además de esto, he tenido la suerte de participar como jurado en las Jornadas Universitarias de Desarrollo Científico (JUDC) de la carrera de Comunicación para el Desarrollo. Se trata de una especie de concurso en el que los y las estudiantes presentan trabajos ligados a las diferentes líneas de investigación de la carrera. Fue una experiencia irrepetible, nunca antes imaginé poder estar sentado al “otro lado”.
Desde mi llegada ha habido muchos momentos en los que me ha tocado lidiar con la frustración y la auto-exigencia; y ,de modificar, una y otra vez, las metas marcadas debido a los continuos imprevistos de última hora, muy comunes, por cierto. A pesar de ello, se van viendo los frutos gracias al esfuerzo, las muchas horas de trabajo y las ganas e ilusión por parte de los alumnos y alumnas. De ellos y ellas aprendo a diario, les debo cada una de las lecciones aprendidas. Sinceramente se me hará difícil la vuelta y no ver sus caras ni escuchar sus voces en la lejanía de la clase.
También me gustaría hablar sobre el ambiente con los demás docentes y la universidad, en general. Si bien es cierto que la bienvenida fue calurosa y alegre, con muchas propuestas y planes por delante. Después de haber pasado un tiempo, no siento que la integración y la relación existente estén a la altura de lo que me imaginaba. Sobre todo después de conocer la experiencia de años anteriores. Quizás haya influido que este año seamos dos los voluntarios. El hecho de vernos siempre a Patricia y a mí juntos ha podido crear una falsa percepción de que no necesitemos una mano para que no nos sintamos solos en ciertos momentos. Seguramente nosotros tampoco hemos actuado de la mejor manera y en alguna ocasión hemos alimentado esa falsa sensación.
Pero no quiero ser alarmista pues mentiría si no digo que, en general, existe una buena relación. Para la memoria quedarán las voces desde un cubículo a otro dentro de la coordinación; la alegría de la profesora Hazel con su música desde primera hora de la mañana; las largas conversaciones con el profesor Walter; o, la original forma que tiene el profesor Freddy de saludarme cada día. Y, por supuesto, no me gustaría acabar esta evaluación sin mencionar a mi compañera de aventura, Patricia. Quien ha sido, y es, la mejor compañera de viaje posible.
Tema aparte es el trato recibido por parte de la institución. El cual ha ido decayendo con el tiempo hasta que, recientemente, un episodio ha acabado en una falta de respeto absoluto. Una decepción más que supuso, simplemente, la gota que colmó el vaso. Sin previo aviso entraron en mi cuarto, sacaron parte de mis pertenencias e instalaron 4 literas para 8 nuevas inquilinas (tema que daría para mucho que hablar, pero no es el momento). Para más sorpresa encontré mis cosas en otra habitación en la que la luz apenas funcionaba y había varias camas aplicadas como si de un trastero se tratara.
Dejando a un lado todo esto, en estos meses también ha habido tiempo para otras cosas. Ha habido tiempo para descubrir paisajes paradisiacos; sabores y olores desconocidos; nuevas palabras y expresiones; nuevas formas de ver y vivir la vida… Tiempo para conocer a personas maravillosas alejadas del ámbito en el que me suelo mover. También he aprovechado para colaborar con una ONG local que lucha contra el desperdicio de alimentos y en pro de la seguridad alimentaria. Una experiencia que me ha brindado la oportunidad de descubrir una cara de Nicaragua que seguramente no hubiera podido conocer en otras circunstancias.
A dos meses de agarrar el avión de regreso a España, puedo decir que, a pesar las diferencias existentes, la experiencia está siendo muy gratificante y enriquecedora. Pero todavía queda mucho por hacer, aprender y disfrutar, así que… ¡Sigamos!
Mi lugar de trabajo en la Coordinación de la carrera de Comunicación para el Desarrollo.
Impartiendo clases de prácticas de especialización al grupo vespertino de 3º de carrera.
Participación como jurado en las Jornadas Universitarias de Desarrollo Científico (JUDC).
Con algunos de los alumnos del grupo matutino de 3º de Comunicación para el Desarrollo.
Participando en una de las recolectas de alimentos que realiza la ONG en la que colaboro.
Jesús Amarilla Bermejo