David Ruiz Moreno – Quinchía (Risaralda, Colombia)
15 de septiembre – 12 de diciembre de 2025
Llegada a un lugar que se siente vivo
Durante mi estancia en Quinchía, uno de los primeros impactos que recibí fue la fuerza con la que la naturaleza envuelve al pueblo. El municipio está ubicado entre cerros que parecen abrazarlo, rodeado por resguardos indígenas que le otorgan una energía muy particular. Desde mis primeros días sentí que estaba en uno de los lugares más mágicos y vibrantes que he visitado.
Lo que más me sorprendió fue la facilidad con la que este entorno, tan distinto al mío, se convirtió rápidamente en un espacio familiar. La vida transcurre en las calles, en los saludos espontáneos, en las conversaciones con desconocidos que pronto dejan de serlo. Allí comprendí que la hospitalidad puede transformar cualquier proceso de adaptación.
Integrarme gracias a la comunidad
Mi integración con la gente del pueblo fue casi inmediata. La cercanía de las personas, su interés genuino por saber quién eres y cómo estás, y la disposición permanente a tender la mano hacen que uno sienta que lleva años caminando las mismas calles. Mi vecina, por ejemplo, se convirtió sin darme cuenta en una figura clave de mi día a día; de esas personas que te enseñan que la calidez humana no necesita grandes gestos, solo constancia y cariño.
En la cooperativa APECAFEQ, donde desarrollo mi labor de voluntariado, la experiencia ha sido igual de enriquecedora. Cada persona, desde el equipo técnico hasta quienes trabajan en campo, se preocupa por que aprendas, formes parte real del proyecto y sientas que tu trabajo importa. “Aquí todos sumamos” es algo que se repite constantemente, y no he tardado en comprobar que es mucho más que una frase hecha.
Aprender desde dentro: procesos y territorio
Una de las oportunidades más valiosas de esta experiencia ha sido poder conocer de cerca los procesos administrativos del país. Desde trámites, documentación y procedimientos locales, hasta la dinámica interna de la cooperativa. Comprender cómo se organiza y gestiona un proyecto productivo en el contexto colombiano me ha permitido entender realidades muy diferentes a las que estaba acostumbrado.
Del mismo modo, participar en el trabajo de campo ha sido revelador. Realizar mediciones de predios y fincas, caminar junto a los agricultores, escuchar sus historias y ver de primera mano los desafíos que enfrentan… todo ello me ha ayudado a afinar el enfoque profesional que venía buscando. La sostenibilidad aquí no es un concepto teórico; es una necesidad diaria. Y presenciarla en acción me ha permitido conectar profundamente con mi formación como ingeniero en tecnologías ambientales.
Momentos que dejan huella
Hubo días especialmente intensos en los que caminamos entre cafetales en plena ladera, otros en los que conversé con familias que llevan generaciones trabajando la tierra, y otros en los que simplemente me senté a contemplar el paisaje mientras intentaba procesar todo lo que estaba viviendo.

Vistas al municipio de Quinchía desde el mirador del cerro Gobia.
Quizá lo que más me marcó fue ese equilibrio entre lo cotidiano y lo extraordinario: desayunar en una cocina campesina mientras afuera se filtra la neblina entre los cerros, escuchar historias de resistencia y tradición indígena, o compartir risas mientras se revisan documentos en la cooperativa. Cada momento tenía algo que me recordaba por qué vine hasta aquí.
Una transformación personal y profesional
Al mirar hacia atrás, siento una satisfacción profunda por lo que he podido aportar y por todo lo que he aprendido. Este voluntariado no solo me ha permitido crecer profesionalmente; también me ha impulsado a reafirmar mi deseo de dedicarme al ámbito ambiental con más fuerza y claridad.

Entre semilleros y montaña: primera aproximación al manejo de plántulas de café.
Me voy de Quinchía con ganas de seguir formándome y de trabajar por proyectos que mejoren la vida de las personas y protejan el entorno. Esta experiencia me ha demostrado que el impacto nace tanto de la técnica como del contacto humano, y que ambas dimensiones se potencian cuando se trabajan con respeto y compromiso.
Reflexión final
Mi paso por Quinchía me permitió comprender el territorio desde dentro, con sus ritmos, su historia y su complejidad. En más de una ocasión recordé la novela Risaralda de Bernardo Arias Trujillo, donde el autor retrata la fuerza de estas montañas, el carácter de su gente y la forma en que la vida rural moldea identidades y destinos. Al vivir aquí, esa mezcla de energía, tradición y territorio deja de ser literatura para convertirse en experiencia directa.
Comprendí que trabajar en un contexto rural como este exige escuchar, observar y respetar profundamente lo que ya existe. APECAFEQ y las comunidades que la rodean me han permitido acercarme a esa realidad con una perspectiva menos idealizada y más consciente.
Trova para acabar
Y así, entre cerro y sendero,
entre café, neblina y canto,
aprendí que el campo es maestro
y uno es alumno mientras tanto.
Que el camino enseña despacio
lo que el ruido nunca cuenta,
y que quien escucha la tierra
descubre en sí lo que enfrenta.