Mi voluntariado está enfocado en fomentar el deporte en los jóvenes mexicanos de Colima, específicamente, a los jóvenes del barrio de Mirador de la Cumbre II, un barrio con mucha vida y también con muchas necesidades.
Para comenzar les voy a comentar como fue mi toma de contacto con la Ciudad y con el proyecto a llevar a cabo. Quiero mencionar que todos los detalles que voy a contar están enfocados a que el próxim@ voluntari@ anticipe el viaje y se atenga a las idiosincrasias del lugar, y no a decorar el texto. Intentare ser lo más objetivo que me es posible en este aspecto.
Al pisar la ciudad de Colima después de un viaje de casi dos días, eran las cinco de la madrugada y lo que más me sorprendió fue el CALOR. Jamás había estado a las cinco de la mañana con semejante bochorno. Sé que puede parecer superfluo comenzar hablando de la temperatura, pero creedme que influye de manera decisiva en el modo de vida y las costumbres de la gente de por aquí. El calor no les abandona en ningún período del año, cosa que personalmente ya venía concienciado, pero una cosa es saberlo y otra es vivirlo. Para el futuro@ voluntari@ que venga a Colima, que sepa este pequeño gran detalle. Si quien venga es una persona que no soporta el calor fuerte y húmedo, que lo piense dos veces antes de hacerlo. El clima tropical no es chiste. Conozco el caso de gente de intercambio que no se adapta y no salen de su cuarto con aire acondicionado más que para necesidades básicas, y eso (desde mi perspectiva), pues es muy triste. En diciembre la mínima son 17 grados, alegría amig@s. Personalmente me adapte bien a esta situación a base de cambiarme a camiseta empapada mínimo 3 veces al día y pegarme algún que otro baño al día, si puede ser en el río mejor. Este último detalle cambia radicalmente tu día para bien.
Una vez encontré piso por suerte cerca de la alberca (piscina) de la uni, me pase por la oficina de voluntarios de la universidad. Tuvimos la suerte de dar con gente muy amable, la bienvenida fue muy cálida. Llama la atención por mencionar un detalle el “exceso” de fotos que le quieren tomar a uno. Quizás en la media hora en la que nos presentamos, me hicieron más fotos de tipo “formal” que en todos los años que llevo e la universidad. Cosa que se lleva bastante en el ambiente universitario, le dan mucha importancia a la imagen, mucha no, muchísima. Contratan fotógrafo para sesiones de fotos alternativamente, es una costumbre a la que uno se tiene que adaptar, en fín, cosas de México. Como el “ahorita”, no entiendo porque no eligieron otro lexema para decirte en una palabra que te van a hacer esperar lo que les de la gana.
Bien pues, entrando en materia para no irme más por las ramas ya que tengo demasiadas anécdotas y detalles que podría comentar, empezare a describir el lugar de trabajo.
El barrio Mirador de la Cumbre II, lugar donde realizo mi voluntariado, es conocido por la gente de colima como un barrio marginal, de viviendas humildes, y peligroso de noche parece ser. El barrio está muy vivo por así decirlo. Debido al calor mencionado, la gente pasa mucho tiempo en la calle, tomando “hielitos” dulces, o algún refresco. La vida está afuera, en la calle. El nivel de pobreza económica del barrio es grande comparado con el del resto de la ciudad, cosa que también es una de las idiosincrasias que caracteriza a Colima en general, el gran contraste económico que existe lo puede ver uno reflejado en un breve paseo por la ciudad: caminos de adoquines o de tierra a veces, en los que puede pasar desde una gallina cruzando la calle al lado de un camioneta que se cae a cachos, e inmediatamente después un chico joven conduciendo un coche de lujo con colores extravagantes. Parece subrreal pero no lo es. Así es aquí la vida, inundada de constantes contrastes entre la humildad de muchos y la opulencia de muy pocos. Suena familiar quizás el dicho, pero esto es otro nivel, la clase media es cada vez más pequeña y roza cada vez más la pobreza absoluta. Económicamente hablando claro.
Bien, centrándome en el voluntariado y el trabajo que realizo, he de decir que estoy muy feliz, pero que muy feliz de saber de una manera tan directa que sirve para algo y que se valora. También quiero mencionar que uno mismo tiene que trabajar mucho la frustración, y pulir bien el ego. De lo contrario es breve el camino que hay hasta darse contra la pared de la realidad. Es distinto dar clases aquí. La disciplina no es lo que caracteriza a unos chicos que viven constantemente en la calle, la mayoría casi sin control paterno, infectados del ejemplo de aquellos que no saben disfrutar de su libertad.
En el barrio no es raro encontrarse a niños descalzos, a coches circulando a todo lo que da por cualquier lugar, a cientos de perros abandonados y con problemas de salud realmente graves, de traficantes ni hablemos, y sobre todo muchísimos trabajadores muy humildes (vendedores de agua de coco, de los típicos tacos, campesinos, etc.)
Volviendo a los chic@s con los que trabajo, y al tema de la inexistente disciplina o por decirlo de otra manera, a la conciencia de estar en una clase, en las que les pido que trabajen en grupo y que se respeten, he de mencionar que es aquí donde tuve que trabajar más mi frustración (al menos los primeros dos meses hasta adaptarme). Me explico: mis clases son la mayoría en el campito de futbol que tienen en el patio de atrás del CEDECO (centro de desarrollo comunitario), es muy difícil darles a entender que en clase no está permitido entrar y salir cuando les diese la gana para cruzar dos calles he irse a comprar unas papitas al kiosco, que existen peligros como el secuestro de niños o el atropello de algún@ al cruzar distraído ya que aquí en México las “normas de circulación” son solo un par de palabras que nunca han llegado a ejercer su oficio. Hacerles entender el concepto de respeto al compañero también fue complicado. A día de hoy tengo una norma y es que al que insulta o denigra al compañero, por más leve que sea (tipo mote peyorativo) le permito que le llamen “huevon” el resto de sus compañeros durante el resto de la clase, y funcionó!!! Ahora a Jose Manuel (un chico timido al que llamaban Cochito en referencia a su obesidad) ya le llaman por su nombre, luego cambie la norma de lo de huevon por diez fondos en el suelo, es más productivo, pero de todas formas creo que no estuvo nada mal el que a los que denigran se les aplique un poquito de su propia medicina, así empatizan y se dan cuenta de lo que generan.
Volviendo al tema de la toma de contacto sentí al principio qué el que no se enteraba no eran ellos sino yo. Yo veía a mi grupo de chavales en el peligroso patio de atrás mientras que ellos se ven como en el patio de su casa, donde hacen vida adultos, mayores y niños. Y es que su realidad es esa. Quién soy yo para llegar a poner límites si la mayoría de veces ni sus propios padres lo hacen, esto fue durillo de entender pero entraba dentro de los posibles en mi imaginación antes de venir, por lo que finalmente opte por poner solo dos normas que regulasen mis dinámicas; la primera es respeto al compañer@, y la segunda es que si vienen a clase, vienen de principio a fin; de no respetar estas dos normas, no les permito participar.
Bien, la segunda puede parecer un poco estricta, pero hace dos días atropellaron a Perla, una niña de 8 años que viene cuando quiere a mis calses, hija de la vendedora de helados que trabaja todo el día en el centro del parque a la sombra de un árbol, con sus dos hijos corretenado por los alrededores. Por suerte se quedo en un fuerte dolor de pierna y un enorme raspón que le recorre todo en el brazo. La cuestión es que podría haber pasado perfectamente en una clase en la que no hay límites, en la que un niño de seis años se permite irse sin avisar a comprar papas, y no, esa no es mi clase. Prefiero ser estricto en dos normas antes que cargar con la responsabilidad de la muerte de nadie a mis espaldas. Me fue duro aprender a decir a un chaval que no ha sido educado que no puede venir más, pero para manejar un grupo así, no me quedan más opciones que tener autoridad solida (pero siempre con muchísimo cariño), sino se me suben todos a la chepa y el desmadre es muy fácil de provocar; les encanta de echo.
Trucos que aplique para fomentar la asistencia a clase: juegos que atrapen, despertarles la chispa del interés, hacerles ver la realidad de que no están obligados a venir, cosa que ya saben, pero en cuanto les dices te puedes ir cuando quieras, ellos mismos valoran si les vale la pena o no (al principio intente que hubiese un orden, pero caí en la cuenta de que es imposible exigir una asistencia constante de la mayoría todos los días, son realmente muy inconstantes en su día a día). Y sigue siéndolo. Otro importante detalle que se me olvido mencionar es que a mi clase puede venir cuantos quieran no hay límite de alumnos, ya que no me gusta estar en el medio del parque del barrio jugando con unos mientras que otros miran, estoy haciendo mi micro cole sin rejas, así lo veo, y sí, tiene sus peligros y no es lo ideal, porque esos peligros son serios. Pero es una manera de dar clase a un grupo grande sin discriminar a nadie. Y como imaginaran esto me obliga a improvisar muchas de las actividades debido a que nunca se el número de alumnos que puedo llegar a tener en un día con anticipación. Por lo que siempre llevo varias dinámicas distintas en la manga. Improvisar a parte me encanta porque me mantiene despierto y atento, y cada día exige un poco de creatividad. Por lo que me resulta divertido a la vez que un ejercicio.
Les pedí hace dos días una evaluación de la clase, con solo cuatro preguntas por escrito acerca de qué les gustaría que hiciéramos que aún no hubiésemos hecho, de qué han aprendido, sobre qué les ha gustado más y qué es lo que menos, y la pregunta definitiva: si estaban contentos con mi manera de dar clase. La encuesta era anónima y la realizaron unos treinta, otra gran mayoría no la hizo por desgana o porque algunos peques (y no tan peques) no saben escribir. La respuesta fue muy satisfactoria, y realmente me lleno de ganas el saber que iba por buen camino. Están muy contentos y fue muy curioso el echo de que la mayoría respondió a la pregunta de “qué has aprendido” con una respuesta casi unánime: a trabajar en grupo. Esto la verdad me dejó atónito, y como no muy feliz. Habíamos generado un espíritu de tribu por así decirlo, en la que son libres de entrar y salir, pero en la que los que están, están muy contentos de formar parte. Guardaré los resultados de esta encuesta como oro, la verdad, es uno de los exámenes de la vida de los que más contento estoy de haber aprobado, porque sinceramente ha sido un reto personal grande. Y sigue siéndolo. Otro importante detalle que se me olvido mencionar es que a mi clase no hay límite de alumnos, ya que no me gusta estar en el medio del parque del barrio jugando con unos mientras que otros miran, estoy haciendo mi micro cole sin rejas, así lo veo, y sí, tiene sus peligros y no es lo ideal, porque esos peligros son serios. Pero es una manera de dar clase a un grupo grande sin discriminar a nadie, y sobre todo y más importante, de adaptarme al medio y sus recursos. Realmente el vínculo que se estamos formando es genial y espero que vaya a mejor, pero en lo que a calidad humana respecta, son todos ricos.
Por cierto, las clases no están únicamente enfocadas en el deporte, sino también en dibujo, fomento de la creatividad, alguna que otra de música, papiroflexia, ajedrez, salen debates interesantes, los que me permiten con la inquietud que llevan encima (los días de lluvia sobre todo): lo de los debates no imaginen que es algo tan serio como lo pueden ser entre adultos, sobre todo porque se distraen rápido y se interrumpen, pero cuando el tema les interesa, todos se vuelcan; y algo de interpretación como juegos de mímica y demás. Por cierto les encantan los juegos típicos de España, aquí quitando el futbol tienen otros que no tienen nada que ver, bueno si, el uso de un balón para casi todos sus juegos.
Para terminar mencionar que está siendo maravilloso el viaje y la experiencia, me he encontrado con gente muy interesante, la naturaleza es bruta e invasiva cosa que me encanta. Un punto negativo, y porque no decirlo, una cosa que tiene que cambiar México y que es bien conocida internacionalmente, es el tema del machismo, un machismo de raíz que se refleja no solo en las costumbres, sino lo que es aún más triste, en la manera de educar. Es realmente muy triste ver que incluso las mujeres de acá son muchas partidarias de un machismo que les viene inculcado desde la raíz de sus vidas. Es realmente muy triste. Ni hablar de tema inseguridad, por la noche no hay un alma en la mayoría de las calles, y en ese sentido el contraste con Madrid es grande. Por suerte no tuve ninguna mala experiencia en este sentido, pero el tema es serio y cada vez va a peor. No quiero acabar con este tema, pero no me parecía de recibo omitirlo, ya que si tengo que hablar de cómo es vivir acá, hay que mencionarlo.
Un punto positivísimo es lo acogedora que es la gente por aquí, llama la atención. De echo al principio hasta me llego a inspirar desconfianza. Jamás había conocido a tanta gente junta preocupada por qué este cómodo, porque disfrute, porque conozca su ciudad, agradecidos con mi visita. La verdad, esto en Madrid no pasa, si acaso en la oficina de turismo te regalan un mapa, pero no pidas más. Lo raro es encontrarse con buena gente que te integre desde el minuto uno (hablo de Madrid) salvo que este uno en un círculo especifico como puede ser la uni u así. Pero en la calle… así porque sí… naa. Solo por el mero echo de ser persona, aquí te tratan bien y eso es calidad de vida.
Esto último me recordó cuantas cosas se van perdiendo en España poco a poco y sin darnos cuenta, como una charla en el autobús con desconocidos, o los vecinos todos con la puerta abierta a la calle y ellos sentados charlando, no hay tanta frontera entre la casa de uno y la calle, las puertas están abiertas, como la gente, como sus ganas de conocer el afuera.
Adjunto unas fotos de los chavos y yo, y con esto me despido eternamente agradecido por la oportunidad de estar aquí (ver aparte).
Ariel Barile Haedo