Un cuarto de año, tres meses, 97 días, 2328 horas o 13960 minutos, es lo que dura hasta ahora mi aventura centroamericana nicaraguense, en resumidas cuentas una parte ínfima de los minutos días, meses y años ya recorridos. Es pequeña parte la porción pero muy intensa.
Es la estancia Gueguense la que toma partida, desde el 6 de Julio (debería de haber sido el 5…. Pero tuve la maravillosa suerte de pasar 24 horas encerrado en un aeropuerto estadounidense) que puse pie en continente americano.
La llegada fue desconcertante, rápido y cubierto con la noche, no vi nada más que unos polémicos árboles que iluminan la carretera central de Managua, los árboles de la vida. Hasta la mañana siguiente no podía asimilar que ya estaba allí, ya estaba en Nicaragua.
Al día siguiente pude viajar hasta Jinotega, el municipio donde paso parte de mis semanas. Pude llegar tras el caos de una estación de buses de la capital y gracias al sistema de transporte nacional, un autobús al puro estilo “Yankie” (porque si quieres decir que es escolar, te lo acepto, pero a mí no me trasportaban al colegio en uno de esos), amarillo pollo, con mensajes por todas las paredes que te llevan directamente con el altísimo y continuando con el altísimo, el altísimo volumen y ritmo de bachata merengue o salseo que te acompaña en el viaje, por supuesto que no falte la música de banda, que es lo que te hubieras imaginado que solo cantaban los mariachis mexicanos, pero no, allí también ha llegado el estilo de camisas de cuadros, botas y sombreros de películas de “Cowboy”, una experiencia que no podrás evitar si te mueves de un lugar a…. ¡si te mueves!.
Tras este chocante viaje en bus (ahora esta normalizado y hasta lo deseas) pude llegar a conocer a gran parte del equipo de trabajo de ONGAWA, esta organización que me ha aceptado para apoyar en las labores que está realizando en el ya mencionado país.
Aquí se exprime el calendario, no hay descanso ni diferencia entre días de la semana para integrarse, y es que es tanto lo nuevo que te rodea que los impulsos de los receptores sensitivos no dejan de dar la alarma, comienza por la vista, es ese mar de color verde que cubre extensiones de volcanes y montañas en los trayectos, la falta de concreto y ladrillo de color gris-triste de ciudad, continúa por la nariz, del olor de la madera que prende para el tostado de café de mañana y de la tarde o para regalarle al sentido del gusto la infinidad de maneras de cocinar el maíz, que si tortilla, que si güirila, que si tamal, el atol, el elote, el pinolillo o la cususa, suma y sigue la lista, el maiz en definitiva el irreversible alimento del pueblo.
El sentido del oído se agudiza con el idioma, 1000 viajes de “lenguas” submarinas para entender cosas como “carnal, maje, encachimbarse, turkazo, ni modo, o lo que es el pegue” no hay manera de entender si no fuera por el último sentido, el tacto, es ese sentido que se desarrolla como bien expresa su nombre con contacto, el trato directo con esos majes (manera extra-oficial de designar a una persona) en la calle o en el pegue (el trabajo), es el sentido a desarrollar al vivir puramente la vida nicaragüense la que te ofrece esta integración en cinco sentidos.
El trabajo es la guinda que corona el pastel del viaje, el poder realizar mi aporte de arena en el Derecho Humano al Agua y al Saneamiento, es el dulce más esperado desde que finalicé el postgrado de Agua Saneamiento e Higiene en Cooperación Internacional que imparte la Universidad de Alcalá con esos compañeros que podrían sintetizarse como el pastel, ahora mismo repartidos por todos los meridianos del globo terráqueo. El trabajo en desarrollo es duro ya que los resultados tardan en llegar y hay que acomodarse a un ritmo de vida más lento de lo que denominamos lento.
El proyecto en el que estamos trabajando es la implementación del sistema de agua potable y construcción de sistemas de saneamiento en comunidades rurales en el norte del país. Consiste en canalizar la fuente de agua desde una zona elevada, manteniéndola protegida de posibles alteraciones que la contaminen o disminuyan su calidad y llevarlas hasta las casas, además también se trabaja el factor social con las personas de las comunidades se promociona las buenas prácticas de higiene para un ambiente saludable en las familias en las escuela y en la comunidad.
Donde trabajamos es de las zonas más vulnerables de Nicaragua, su vulnerabilidad no se debe a otra cosa más que ha sido una zona conflictiva políticamente. Para ponernos en situación, estamos hablando de comunidades que su desarrollo se ha visto frenado y con esto muchas de sus posibilidades, no tienen luz eléctrica, no tiene un agua segura para consumo, no tienen un lugar muchas veces donde realizar sus necesidades, exponiéndose a peligros de animales o de personas más animales y de contaminar su propio entorno, los centros de salud quedan muy lejos de las capacidades de un hospital y eso, si existe el centro de salud, los colegios están alejados o tienen déficits en la cantidad de personal docente, aulas o acondicionamiento para tantos niños, las vías de comunicación son caminos de difícil conducción, 4X4 en camionetas y monstruosos camiones que son la ruta para moverse a los centros de ciudad más cercanos, uno o dos camiones pasan por día por las comunidades de San juan de Awaswas y por la comunidad de Mollejones, donde estamos trabajando actualmente, y esto si pasan ya que estos caminos se cortan continuamente, debido a las lluvias y la inestabilidad del terreno es toda una lotería, no se sabe si va a ser transitable o te vas a encontrar un deslizamiento de tierra o un vehículo literalmente pegado en el lodazal que corta todo tipo de posibilidad de paso, y por último ejemplo y ni mucho menos, menos importante, el trato que se tiene en el contexto general del país entre sus iguales, diferenciados por su sexo o género que provoca unos grados de violencia muy visible y persistente en la sociedad, que multiplica el problema de inaccesibilidad a tus derechos por ser culpable del lugar donde decidiste nacer. Aquí las mujeres tienen un abismo que cruzar sin ayuda para alcanzar a rasgar las posibilidades de los hombres, y es que son agredidas en continuo momento desde el silencio en la mirada, hasta el estruendo del verbo. Son apartadas de sus libertades como personas y quehaceres del día a día. Lástima que casi únicamente se recuerden en canciones a esas mujeres de las montañas que se armaron de valor y de balas para conquistar su futuro y digo que casi, porque aquí la revolución de mujeres esta amordazada pero donde hubo fuego siempre quedan brasas, y ahí se mantienen grupos unidos como son “Las Venancias” que mantienen el fulgor de la lucha.
El vivir en estos ambientes quizá no nos demos cuenta, pero si lo reflexionas, si lo piensas profundamente pueden suponer la diferencia entre la vida o la muerte en una situación de emergencia, si ya lo has interiorizado, ahora llega la pregunta de ¿Por qué si las posibilidades de mejora existen y son alcanzables se mantienen estas condiciones?
Pero no todo es terror y lágrimas, allá donde trabajamos es lo salvaje, lo puro, la tierra en su más presente movimiento, una palpitación por descubrir cada día algo nuevo, un brinco constante y literal, una ilusión, una necesidad diaria de ver esos paisajes verdes de montañas que se quedan a fuego en tus retinas, una apuesta por las dificultades del camino, una alegría con las personas que compartes muchos días, ves que en la comunidad la vida transcurre a otro ritmo, se desacelera el vertiginoso reloj que te grilletearon en la Europa de la eficiencia, aquí hay un hueco entre las 12h y la 1 para ver más allá, la diferencia de la indiferencia de trabajar por trabajar.
Aun así, a mi modo de ver, el problema no reside en la falta de medios o recursos como se quiere hacer ver en gran número de ocasiones, aquí los medios existen, de más fácil o más difícil acceso, y si hablamos de recursos en la superficie abundan, pero a ellos no les sobran, porque a pesar de ser su tierra, no les pertenecen. La entrada al contacto con un sistema que mantiene el abuso de unos sobre otros, sigue siendo el sistema capitalista, bien extendido y afincado desde hace muchos, es él mismo, el que mantiene las cadenas del subdesarrollo. Estas cadenas no se quedan aquí, se extienden en esos países que dicen subdesarrollados (económicamente ya que casi siempre el baremo de medir es la moneda del país contra la moneda de un país desarrollado es decir por 1$ o 1€) o de renta baja.
¿Baja? ¡JA! De renta mísera y estable, la renta que no ha cambiado en décadas, mientras que el valor de los productos que se generan de sus recursos y que comercian las grandes empresas, fluctúa y crece como la espuma, por el contrario, el valor de la materia prima es un yunque fundido en el suelo. Aquí el monocultivo se extiende para dar de comer a las familias, las zonas cafetaleras como las que trabajamos sobreviven al año para y por la producción de café, un año cuidando el terreno y la plantación, tres meses para recoger grano a grano que torna de verde a rojo, cargando sacos de 40 kg en la espalda y pagado esos 40 kg a poco más de 4€, para que en los países que manejan el cotarro del libre mercado puedas comprar ese café por esos 4€ los 200 gramos y el productor o el temporero recolector no huelen ni de cerca el beneficio. Se vende todo, se quedan con suerte lo peor, la prosa de la producción, y los puedes ver tomando café en polvo de marcas de esos países desarrollados. Al café le sigue el cacao, al cacao la canela, a la canela la pimienta, a la pimienta la chia y así se continúa con la cadena exportadora de bienes.
Esta es la injusticia que a ellos les obliga a mantener el monocultivo de agricultura de frijol maíz y arroz, en su tierra, para su subsistencia y la de la familia entera, este es el alimento diario campesino en la dieta nicaragüense, quien puede comer de las tres todos los días claro, que no es de obligado cumplimiento para el bolsillo de todos.
A pesar de que Nicaragua mantiene unas políticas sociales por parte del gobierno que podrían ser la envidia, y lo son, de otros países, la expansión del modelo económico capitalista cada vez se hace más presente dentro de sus fronteras, esta expansión coarta cada día más la vida y el desarrollo de muchas personas.
Lejos de NO querer criminalizar al ciudadano actual que reside en un país “desarrollado” (económicamente) capitalista, no determino culpabilidad por su nacionalidad (impuesta en muchos casos), pero nos convierte en un opresor, unos devoradores de las libertades de otros, creyente y colaborador de ese maldito sistema es culpable, todos aquellos que han aceptado el modelo neoliberal como sistema, establecido como el único modo de funcionamiento y de mantener el orden social, el orden que mantiene países que abusan y que son abusados, eso no es orden social más que para quien saca beneficio de esta expoliación de libertad, también somos culpables sólo por la razón de dejarse gobernar por aquellos que mantienen esta explotación y le siguen sacando beneficio, busco encender la chispa a aquel que en su ignorancia no se había planteado que es directo ejecutor de esta injusticia por no rebelarse contra el sistema del día a día.
Aquí ya una vez se levantaron contra el orden establecido y “la epopeya” de Augusto César Sandino conmovió el mundo. La larga lucha del jefe guerrillero de Nicaragua había derivado a la reivindicación de la tierra y levantaba en vilo la ira campesina. […] Con música de Adelita los guerrilleros cantaban:
En Nicaragua, señores,
le pega el ratón al gato.”1…
1Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina.
Borja Macías Bricio