VOLUNTARIA UCM en el proyecto APOYO EN PROYECTOS DE BIOLOGÍA Y BIOTECNOLOGÍA MOLECULAR en la UNIVERSITY FOR DEVELOPMENT STUDIES, GHANA
Hola a todos. Mi nombre es Irene, tengo 23 años y terminé el grado de Veterinaria hace apenas dos meses. A día de hoy, llevo más de mes y medio trabajando como voluntaria en Tamale, una ciudad situada en la región norte de Ghana.
Como la mayoría de mis compañeras, me enteré de esta oportunidad de casualidad. Presentaba el TFG en septiembre y no tenía nada claro cómo enfocar mi futuro profesional tras cinco duros años de carrera. Esta beca consistía en colaborar en un proyecto de microbiología en una universidad de Ghana, y esta era una de las ramas de Veterinaria que más me gustaban. Me parecía el momento idóneo para embarcarme en esta aventura: tenía tiempo, formación y sobre todo muchas ganas. Así que no dudé en presentar mi solicitud. Unas pocas semanas después, me llegó un correo. Ya era real. Me iba a África a trabajar durante tres meses.
Tengo la suerte de que mi familia siempre me ha animado a lanzarme a todo lo que venga, y esta ocasión no fue una excepción. No era la primera vez que iba a vivir fuera de casa, aunque sí sería mi primera vez en África, por lo que la preocupación era totalmente comprensible. Tras una búsqueda exhaustiva del país, infinidad de vacunas y unas jornadas de orientación impartidas por los organizadores del programa, mi familia y amigos estaban más tranquilos y yo estaba lista para viajar.
Antes de la salida, fueron muchos los que me brindaron infinidad de recomendaciones y consejos, me advirtieron que todo iba a ser muy diferente, que tuviera la mente abierta y que aprovechara al máximo. Me considero una persona sociable, que se adapta rápido a los cambios. A pesar de todos los consejos que había recibido y de mi personalidad, el choque cultural fue tan inmenso que no creo que sea capaz de plasmarlo en estas líneas.
En todo este proceso, he tenido la gran suerte de estar acompañada de otras dos voluntarias españolas, por lo que todo ha sido mucho más sencillo.
La primera impresión de los ghaneses fue buena: gente muy agradable y cercana, siempre dispuesta a ayudarte en todo lo que necesites. Las primeras semanas fueron de adaptación: todo, absolutamente todo, era diferente a lo que yo conocía. Fueron días de observar todo con fascinación, aprendiendo algo nuevo cada minuto. Aún hoy, siete semanas después, me sigue pasando.
Aunque en un primer momento iba a colaborar en un proyecto de microbiología en la facultad, hubo un cambio de planes y terminé ayudando a los profesores de veterinaria a impartir algunas de sus clases teóricas y prácticas. Nunca he dado clases antes, y, de hecho, hablar en público no es uno de mis puntos fuertes, por lo que esta oportunidad se convirtió en un reto personal. Los alumnos me han recibido con los brazos abiertos y muestran un interés enorme en cada clase, práctica o excursión. Tal y como me dijeron antes de viajar: parte del proceso de ser voluntaria es adaptarte a todas las situaciones. Tenían toda la razón. Por lo tanto, a pesar de que profesionalmente no estoy desempeñando el trabajo que esperaba, personalmente estoy aprendiendo mucho de esta experiencia.
Si estás leyendo estas líneas porque no sabes si embarcarte o no en esto de ser voluntaria, yo solo puedo animarte a salir de tu zona de confort y ver mundo. En estas semanas, he conocido a mucha gente, con vidas, historias y sueños muy diferentes a las míos. Aún me queda la mitad del tiempo aquí, pero puedo afirmar rotundamente que estas personas y este lugar, me han cambiado la vida. Me llevaré a casa muchas cosas de Ghana, pero sobre todo la facilidad para ser feliz y disfrutar de la vida, que muchas veces se nos olvida en Europa.