El 19 de junio, tres días después de mi último examen del curso, emprendí rumbo a Perú para iniciar está enriquecedora experiencia de tres meses. Al salir del aeropuerto es bastante chocante para alguien que no ha pisado Sudamérica antes; el tráfico, los olores, la niebla permanente de Lima, la forma construir viviendas –dejando a la vista el ladrillo y las barras de acero corrugado, dejando la posibilidad de edificar otra planta en el futuro. Apenas llevaba un día en el país cuando viajamos con mi tutora, la Dra. Manta de la Universidad Nacional Agraria de La Molina a Abancay, capital del departamento de Apurímac. Tras cuatro horas de viaje por la carretera panamericana que une Cuzco con Lima por profundos valles y pasos a una altitud de hasta 4000 metros, llegamos a Abancay.
Después de dos días estaba con mi compañero Frank, alumno también de la escuela de Montes de la UPM, en una ciudad nueva donde teníamos que empezar a organizarnos nuestra estancia. Empezamos a buscar alojamiento y a establecer contactos y conocer a las personas con los que compartiríamos nuestros días allí.
Durante mi estancia he asistido a diferentes actos públicos relacionados con la temática forestal y agraria, donde he podido comprender la realidad natural y socioeconómica de la región. Tuve la oportunidad de participar activamente en un curso de capacitación de bomberos Forestales, en la escuela de capacitación forestal en el distrito de Coyllurqui colaborando con los ingenieros locales ensañando a inventariar masas forestales y tratando de exponer mis conocimientos sobre la prevención de incendios forestales. También he conocido a otros voluntarios españoles que participan en proyectos de cooperación de la diócesis de Abancay. Durante mis días libres he visitado lugares naturales e históricos como el Parque Arqueológico de Choquequirao, el Santuario Natural del Ampay, la ciudad de Cuzco y los Andenes de Ollantaytambo.
También he asistido a eventos públicos relacionados con la temática y he organizado reuniones con los distintos organismos públicos competentes en la gestión de los incendios forestales, tanto estatales como regionales y locales, para conocer de primera mano la gestión que se estaba llevando en la actualidad en la materia.
La experiencia que más me ha marcado ha sido los días que pasé en las comunidades campesinas del interior de Apurímac apoyando el proyecto de mi compañero Frank en la realización de encuestas a la población local acerca del grado de capacitación y sensibilización que tienen sobre los incendios forestales. Viviendo con y como ellos pude comprobar las deficiencias en servicios básicos como el agua potable y saneamiento, un alto grado de analfabetismo, cocinas en el suelo que les suponen problemas físicos y enfermedades respiratorias y problemas sociales como el alcoholismo o la violencia doméstica. Por otro lado, he podido ver como en muchas ocasiones, las personas que menos recursos tienen son las que mejor te acogen.
En estas zonas rurales, la mayoría viven de la agricultura de subsistencia y de la crianza de algunos animales como cuyes, vacas y caballos. He presenciado el abandono de las comunidades campesinas por parte de las autoridades; ellos no demandan que venga el político a cultivar su chacra (terreno de cultivo), pero si demandan unos servicios básicos adecuados, carreteras con mejor firme y una capacitación técnica en labores de agronomía, construcción, trámites administrativos o economía.
He aprendido nuevas técnicas de pesca en río, descubierto especies y usos. Me he dado cuenta que es posible hacer muchas cosas aun teniendo pocos recursos, ya que a veces ponemos vagas escusas para hacer algo cuando en realidad sí podríamos. Otro aspecto chocante es que en la sierra peruana se viaja a otro ritmo, un trayecto de 100km acostumbramos a hacerlo en una hora en España, allí por la accidentada topografía, el estado de las carreteras y los vehículos puede demorar hasta cinco horas.
El último mes de mi estancia lo pasé en la Universidad Nacional Agraria de La Molina (UNALM), en Lima colaborando con mi tutora en tareas académicas y plasmando sobre el papel posibles medidas a implementar en la prevención de los incendios forestales en la región y contactando con personal de la UNALM, empresas y otros centros como el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) para que se puedan realizar nuevos proyectos e intercambio de estudiantes entre ambos países.
Personalmente me ha ayudado a desenvolverme mejor en situaciones nuevas, he conocido estilos de vida desconocidos para mí y me ha ayudado a ser más consciente, por ejemplo, de la cantidad de bienes totalmente prescindibles que acumulamos y ahora tengo unas ganas enormes de conocer más personas y rincones de este país tan diverso, inspirado en como lo hizo hace siglo y medio el naturalista italiano Antonio Raimondi.
Estoy agradecido por la experiencia vivida y espero que muchos más estudiantes se puedan seguir beneficiando de este tipo de programas.
Sergio Alonso Sánchez.