UNIVERSIDAD: UNIVERSIDAD REY JUAN CARLOS
REDACCIÓN DEL ARTÍCULO: AL FINAL DE LA ESTANCIA
Ya llevo más de dos meses en Madrid y si pudiera mañana mismo volvería a Perú. Tres meses se pasaron muy rápido, señal de lo a gusto que estuve. El 7 de noviembre deje el pueblo de San Miguel para viajar a la Ciudad, Cajamarca, desde dónde salía mi avión. Me acompañaron las dos personas con las que hice más amistad durante mi experiencia, Karina y David, compañeros de la fundación y ahora también amigos. Todos los trabajadores de la Fundación sabían que mi estancia era solo por tres meses, pero a muchas familias, niños y niñas del pueblo o de otras comunidades con los que tuve mucho trato no se lo había dicho. Hubo dos familias con las que me encariñé especialmente, la que me alquilaba el cuarto y la familia de la trabajadora que limpiaba la oficina de la Fundación. En la casa donde me alojaba viven dos niñas encantadoras con sus padres y su abuelita, solo estuve dos meses con ellos y todo fueron cariños, atención y facilidades. La mamá me escuchó estornudar un día y esa noche me encontré un remedio para el resfriado acompañado de unos dulces. Las niñas me invitaron a su cumpleaños y me hicieron un llavero a mano, a veces jugaba con ellas y con su hermana pequeña que tiene 2 años. Los sentía tan cercanos como si fueran mis tíos y mis primas, las niñas mostraban constantemente el cariño que me tenían y era muy bonito.
El último mes fue el más intenso, éramos más conscientes de que pronto se iba a acabar mi estancia y no podíamos dejar nada por hacer. Naoko (una voluntaria japonesa de otra ong) y yo preparamos unos talleres con estudiantes de secundaria para compartir viajes o momentos que nos hubieran marcado aportando fotos o recuerdos. Los estudiantes nos contaban viajes que habían hecho y nos hacían preguntas sobre lo que nosotras les contábamos, el primer taller en la comunidad de Chuad funcionó muy bien y decidimos llevarlo a cabo también en la comunidad de Calquis. Ese día el taller cambio de rumbo cuando un niño de secundaria silbó al ver una foto mía, Naoko no hablaba español asique me sugirió abordar el tema en vez de dejarlo pasar como algo negativo. Notamos que el grupo de primero de secundaria no estaba preparado para hablar de ello, por ello, esperamos al siguiente taller con tercero y les preguntamos sobre el significado de esos silbidos. Naoko no estaba familiarizada con esos comportamientos por lo que simplemente les preguntamos a chicos y chicas como se sentían al respecto. Fue el taller más interesante que hice en esos tres meses creo que todos los que estábamos allí aprendimos mucho. Durante el mes de octubre escogí mis seis días de vacaciones y un amigo y yo nos fuimos a la selva, Iquitos. Viajamos a Trujillo cogiendo tres movilidades como ya era habitual, de allí fuimos a Huaraz donde estuvimos 2 días haciendo excursiones por el parque natural. De Huaraz a Lima en autobús 9 horas de viaje, pasamos la mañana en Lima buscando un buen repelente de mosquitos y por la tarde nos retrasaron 5 horas el vuelo a Iquitos. Cuando llegamos eran las 9 de la noche, hacía como 30 grados y un calor húmedo horrible. La primera impresión fue negativa, estábamos muy ca
Ya llevo más de dos meses en Madrid y si pudiera mañana mismo volvería a Perú. Tres meses se pasaron muy rápido, señal de lo a gusto que estuve. El 7 de noviembre deje el pueblo de San Miguel para viajar a la Ciudad, Cajamarca, desde dónde salía mi avión. Me acompañaron las dos personas con las que hice más amistad durante mi experiencia, Karina y David, compañeros de la fundación y ahora también amigos. Todos los trabajadores de la Fundación sabían que mi estancia era solo por tres meses, pero a muchas familias, niños y niñas del pueblo o de otras comunidades con los que tuve mucho trato no se lo había dicho. Hubo dos familias con las que me encariñé especialmente, la que me alquilaba el cuarto y la familia de la trabajadora que limpiaba la oficina de la Fundación. En la casa donde me alojaba viven dos niñas encantadoras con sus padres y su abuelita, solo estuve dos meses con ellos y todo fueron cariños, atención y facilidades. La mamá me escuchó estornudar un día y esa noche me encontré un remedio para el resfriado acompañado de unos dulces. Las niñas me invitaron a su cumpleaños y me hicieron un llavero a mano, a veces jugaba con ellas y con su hermana pequeña que tiene 2 años. Los sentía tan cercanos como si fueran mis tíos y mis primas, las niñas mostraban constantemente el cariño que me tenían y era muy bonito.
El último mes fue el más intenso, éramos más conscientes de que pronto se iba a acabar mi estancia y no podíamos dejar nada por hacer. Naoko (una voluntaria japonesa de otra ong) y yo preparamos unos talleres con estudiantes de secundaria para compartir viajes o momentos que nos hubieran marcado aportando fotos o recuerdos. Los estudiantes nos contaban viajes que habían hecho y nos hacían preguntas sobre lo que nosotras les contábamos, el primer taller en la comunidad de Chuad funcionó muy bien y decidimos llevarlo a cabo también en la comunidad de Calquis. Ese día el taller cambio de rumbo cuando un niño de secundaria silbó al ver una foto mía, Naoko no hablaba español asique me sugirió abordar el tema en vez de dejarlo pasar como algo negativo. Notamos que el grupo de primero de secundaria no estaba preparado para hablar de ello, por ello, esperamos al siguiente taller con tercero y les preguntamos sobre el significado de esos silbidos. Naoko no estaba familiarizada con esos comportamientos por lo que simplemente les preguntamos a chicos y chicas como se sentían al respecto. Fue el taller más interesante que hice en esos tres meses creo que todos los que estábamos allí aprendimos mucho. Durante el mes de octubre escogí mis seis días de vacaciones y un amigo y yo nos fuimos a la selva, Iquitos. Viajamos a Trujillo cogiendo tres movilidades como ya era habitual, de allí fuimos a Huaraz donde estuvimos 2 días haciendo excursiones por el parque natural. De Huaraz a Lima en autobús 9 horas de viaje, pasamos la mañana en Lima buscando un buen repelente de mosquitos y por la tarde nos retrasaron 5 horas el vuelo a Iquitos. Cuando llegamos eran las 9 de la noche, hacía como 30 grados y un calor húmedo horrible. La primera impresión fue negativa, estábamos muy cansados, hacía mucho calor y en el hostal donde nos alojamos llamaron a una empresa para que intentase convencernos de comprar sus excursiones a la selva. Además, yo iba preocupada porque me fue imposible conseguir medicación para la malaria y el repelente que encontré no llegaba a los niveles recomendados de insecticida. Como el calor no se podía aguantar me di una ducha, mientras me duchaba vi una polilla del tamaño de mis dos manos y cuando terminé de ducharme me di cuenta de que me había picado un mosquito en la pierna, en ese momento me arrepentí de haber elegido la selva como destino y todavía estábamos en la ciudad. A los dos días cambié de opinión y ahora no me arrepiento en absoluto de haber ido. Contratamos un viaje a la selva durante dos días con la agencia que más nos gustó, hay mucha oferta y cambios en los precios según el turista. Por ejemplo, a Naoko (mi amiga japonesa que no habla español) le cobraron 300 euros por 2 días en la selva incluyendo excursiones, estancia y comida, a nosotros nos cobraron 50 euros por lo mismo. La selva me encantó; para llegar al campamento donde íbamos a dormir navegamos por el río Amazonas y el paisaje era inigualable. Nuestro guía había nacido en una comunidad a las orillas de un afluente del Amazonas, conocía muy bien los animales, las plantas y era muy generoso contándonos sus experiencias, conocerle y escucharle fue muy interesante. Con él hicimos dos excursiones por la selva, una por la mañana y otra de noche (los sonidos eran espectaculares), navegamos por el río viendo aves y delfines grises y rosados, fue precioso.
A la vuelta a Trujillo ya solo me quedaban dos semanas y no me podía ir de Perú sin conocer el pueblo de trescientos habitantes donde había nacido Karina, podía irme sin conocer Machupichu pero no Niepos. Llegar al pueblo fue muy complicado porque el camino estaba lleno de charcos enormes, el agua sobrepasaba el capo del coche y teníamos que ir muy despacio. Pasamos cuatro días en Niepos y conocí a los abuelos y amigos de la infancia de Karina, me gustó mucho ver las tradiciones de un pueblo tan pequeño de la sierra. El 5 de noviembre volví a San Miguel y comencé con los preparativos del viaje, mis compañeros de la Fundación organizaron una cena de despedida que fue muy bonita, Doña Orfe me dejó su vestido tradicional y sus niños me hicieron un montón de regalos. Me sentí muy querida y muy valorada durante los tres meses, las expectativas han sido gratamente superadas gracias al cariño de las personas que he conocido allí y que espero volver a ver muy pronto.