Hoy, 5 de octubre de 2017. Esto de las tormentas tropicales es nuevo para mí, igual que tantas cosas que he experimentado desde que llegué a Nicaragua. Aprovecho la “calma” al paso de la tormenta tropical Nate para escribir acerca de mis 3 primeros meses de voluntariado en el Departamento de Carazo, Nicaragua.
Sin luz, ni aparatos electrónicos salvo el 30% de batería restante al teléfono móvil con el que escribo estas líneas. Quizá así uno pueda pararse a pensar mejor y hacer un pequeño balance de lo acontecido en estos meses.
– ¿Crees que estás preparado?
– Si, soy capaz de adaptarme a todo.
– Lo que te vas a encontrar allí no tiene nada que ver con lo que conoces de tus años en la universidad. No es como la Carlos III, es otro concepto… es más… ¿Cómo decirlo?… desestructurado, algo caótico.
[Sonrío, me gustan los retos.]
– Estoy dispuesto a experimentarlo en persona, soy bastante flexible y no tengo problema para adaptarme a las circunstancias.
En la entrevista para la selección de los voluntarios, me hablaron sobre entornos diferentes, contextos nuevos. Bueno, eso era lo que yo quería, por eso solicité realizar el voluntariado. Me gusta conocer diferentes, culturas, tradiciones, comidas, gente singular.
Llegué a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, en concreto a la Facultad Regional Multidisciplinario de Carazo y llegué abierto a todo, de manera pasiva iba experimentando lo que iba encontrando, no esperaba nada, simplemente iba sucediendo así, a merced del tiempo y las voluntades de las personas que me rodeaban.
Desde el primer momento me proponen trabajos que me motivaban, sobre todo el proyecto por el que yo aposté que podría encajar cuando eché mi solicitud. Plataforma online para cursos sobre educación inclusiva.
Sonaba bien… pero en la práctica las cosas funcionan de otra manera… ¡Cuántos proyectos! ¡Cuánta cooperación internacional! A tirones y a trompicones se trabaja en ellos, siempre difusos, a veces incomprensibles y casi siempre sujetos a la improvisación. Hay que tener en cuenta que para los docentes en la Universidad su obligación es impartir clases, la actividad investigadora o el desarrollo científico quedan en manos de la voluntad propia. Pero decido dejarme llevar, ellos son los que me seleccionaron en último lugar, algo tendrán para mí, algo me esperará.
Presentaciones, reuniones, muchas reuniones. La visibilidad y el ruido que hacen que un proyecto suene de un despacho a otro motivan estas visitas.
– Profesor dígame, ¿De qué vamos a hablar? ¿Que nos gustaría hacer con ellos? ¿Quienes son exactamente?
Muchas preguntas y pocas respuestas claras, improvisar no se me da mal, casi diría que se me da mejor que prepararme un discurso. Lo inconcluso es habitual en mi vida, dejo muchas cosas a medio hacer. Pero, estoy a miles de kilómetros de mi casa y eso pesa, necesito una ocupación, algo que me llevé a alcanzar un resultado, aunque sea mínimo. Se me ha dado libertad para proponer, visto que las funciones que aparentemente iba a realizar no ocupaban mi tiempo. Nos pusimos a pensar. Viajar a Managua para hablar y hablar con unos y con otros dio sus frutos y surgió la idea de trabajar en una campaña de sensibilización (concientización, decimos aquí) para favorecer la inclusión de las personas con discapacidad en la universidad. Puesto que tras buscar y buscar nos faltaban datos, no existía ningún registro en la secretaría académica sobre la cantidad de estudiantes con discapacidad o sobre las discapacidades que presentan. Ni mucho menos sobre las posibles atenciones específicas que estos puedan requerir. Tras este primer sondeo concluimos que no existía la suficiente atención al respecto.
Así que nos pusimos a ello. Al principio tímidamente me movía para avanzar en la campaña. Esperaba ordenes, a diario escuchaba cosas como ya estamos haciendo eso, ya estamos con lo otro, eso lo haremos así, esto asá y mientras tanto… ¡maracuyá!
Se sucedían los días en la oficina, entre el aburrimiento y la hipotermia, el aire acondicionado es too much a veces.
Afortunadamente, se une a esto de la campaña una compañera que está haciendo una pasantía en la universidad. Colaboró desde el primer día pero lo hacía porque por mi cuenta y con falta de apoyo la cosa no avanzaba. Le pedía que me ayudase a saber dónde encontrar a fulano o cómo llegar hasta mengano. Así empecé a trabajar de verdad, a estar ocupado. Desde hace algo más de un mes no hemos parado, de un lado a otro juntos, en busca de materializar algo, de trabajar para reducir las barreras que las personas con discapacidad encuentran para estudiar en la universidad, nos conformamos con eliminar las barreras actitudinales, ahí es nada.
Y por supuesto, siempre contando con la colaboración de estudiantes voluntarios en las actividades que se desarrollan a lo largo del mes y medio de duración de la camapaña. Aunque ya la mayoría estan convencidos de que quieren continuar con esto, que no quede en la anécdota de cuando estaba «el español» en la FAREM.
El 10 de octubre, una semana antes del acto de presentación es la fecha en la que prematuramente mí compañera dejara de trabajar para la universidad, dos mes antes de lo preestablecido. Reclamar el dinero que le corresponde como pasante, era su única intención, cansada de esperar la ayuda para transporte que después de varios meses reclamando no recibía. Le informan desde la universidad central (Managua) que le algo más que esa escasa ayuda, que hace meses que no percibe.
No quieren problemas, eso dicen. Reconocer los derechos laborales de los recién titulados no está bien visto ni aquí ni en ningún sitio.
Está bien embarcarse en proyectos, traen algunos progresos, cuando se implementan.
Disponer de un equipo que los trabaje y de alguien que los coordine es imprescindible. Pero prescindir del trabajo de quien los hace realidad es un privilegio que no se debe permitir.
Estoy algo molesto, se aprecia en mis palabras. 5% de batería restante, pero ha bastado para desahogarme de algún modo.
Hoy, 18 de octubre de 2017. Ayer presentamos oficialmente la campaña, fue bien, faltaba mi compañera, pero todos los presentes tenían ganas de celebrar que quieren ser una universidad incluyente e integradora, sin barreras. Días como los de ayer son los que dan fuerzas para seguir adelante. Sobretodo por aquellas personas que son parte de esta campaña, que han creído en ella y que han depositado su esperanza y su tiempo considerando que les puede beneficiar en un futuro. Yo soy uno de ellos.
Pagina facebook de la campaña @PersonasQueQuizaConozcasUNAN
Roberto Gómez Jiménez