Mi nombre es Patricia Conde Royo, he terminado mis estudios en Derecho y Economía en la Universidad Carlos III de Madrid y estoy disfrutando de la beca de voluntariado en Perú. Es la primera vez que viajo a Latinoamérica y estoy realmente contenta de vivir en un sitio como Ayacucho, ciudad situada en la cordillera de los Andes a unos 2.700 metros de altura.
Esta ciudad de 150.000 habitantes no tiene grandes supermercados, ni cines, ni franquicias y aunque ello es motivo de queja para algunos de sus habitantes, desde mi punto de vista le aporta un encanto especial, aunque no negaré que es muy posible que esta percepción se de porque no llevo aquí más que un par de meses y para mí es toda una novedad. Destaca también por ser un lugar bastante tradicional, un ejemplo de ello es que a diario hay desfiles, manifestaciones y celebraciones en la Plaza de Armas y todos los domingos se celebra un desfile especial con izada de bandera incluida. Cuesta imaginarse algo así los domingos en el Paseo de la Castellana, pero estas tradiciones ayacuchanas consiguen ponerte la piel de gallina. Cruzarse con otros “guiris” tampoco sucede muy a menudo, y si ocurre, no suele ser más de una vez, su estancia es bastante corta. Las compras se hacen en el mercado, y si bien es cierto que tardé en hacer la primera, ahora voy casi a diario. Al principio a una le choca ver los pollos y los cerdos que te vas a comer colgando mientras los gatos y los perros se pasean debajo de ellos, pero te acostumbras y te das cuenta de que resulta mucho más real que comprar el pollo en bandeja de plástico del stand del supermercado. Los principiantes en el mercado lo mejor que pueden hacer es dejarse guiar por las mujeres de los puestos, yo ya tengo una amiga en el puesto del pan y otra en el de las verduras. La señorita Vicky, la que atiende un puesto de verdura, además aprovecha mi compra para enseñarme alguna receta, que menos que más, consigue salirme en la cocina de casa. Más centrada estoy en que Rocío me enseñe a cocinar el pan chapla típico de la región y que seguro será el culpable de mi vuelta a casa con algún kilo de más. En relación a las personas, debo decir que muchos me advirtieron al llegar a Lima de la brusquedad y cara seria de los habitantes de la sierra, pero he podido conocer a bastantes ayacuchanos y me resultan de lo más amables, generosos y agradecidos.
Centrándome en la cuestión que me trajo a Ayacucho, mi compañera Nieves y yo estamos trabajando en el impulso del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad San Cristóbal de Huamanga (UNSCH). Por el momento nos hemos centrado en una investigación sobre la adecuación a los Derechos Humanos de los programas políticos de los partidos que se presentan a las Elecciones Regionales que tienen lugar el 7 de octubre. La parte que me ha resultado más enriquecedora ha sido aquella en la que hemos entrevistado a diferentes ONGs, instituciones públicas y federaciones para conocer los principales problemas relacionados con los Derechos Humanos en Ayacucho. Esta ronda de entrevistas me ha permitido entrar en contacto de forma plena con la realidad del lugar en el que estoy viviendo. He podido comprender los problemas que afectan a la sociedad, por qué ocurren y qué soluciones son adecuadas y cuáles han fracasado. Además de este aspecto, la investigación me ha servido para enfrentarme a nuevas situaciones, como ha sido la presentación del proyecto ante los medios de comunicación con entrevistas en directo. Una puede prepararse un examen oral y si se lo estudia profundamente, no tiene por qué salir mal, pero una entrevista en directo sobre un tema tan trascendental como son unas elecciones y sin saber qué te van a preguntar… nunca había afrontado algo así, aunque más o menos conseguimos salir airosas. Nuestra idea es que esta investigación continúe con la colaboración de los estudiantes de la UNSCH y que durante la legislatura se genere otra herramienta que controle si los candidatos electos cumplen o no sus propuestas de campaña.
Además de esta investigación, estamos preparando unas conferencias sobre Derechos Humanos para impartirlas a los alumnos de la Universidad y a título personal estoy realizando una investigación sobre la situación de los Derechos Humanos en los centros penitenciarios. Esta beca me está permitiendo desarrollar un carácter emprendedor que poco se fomenta en las prácticas que realizamos durante la carrera. Esto es así porque desde el Instituto de Derechos Humanos se nos da carta blanca para poder abordar cualquier proyecto en el que nosotras creamos. Si bien esto resulta novedoso por la oportunidad de tomar decisiones de gran relevancia y trascendencia, también supone una gran responsabilidad y una enorme satisfacción cuando uno trabaja en ello y se obtienen resultados positivos.
También estoy colaborando con DiaManta, una organización que cuenta con varios proyectos sociales y empresariales. Participo en uno de carácter social de ayuda a madres adolescentes. La idea es darles apoyo emocional y conseguir que se inserten en el mundo laboral para sacar a sus bebés adelante y que ellas mismas puedan tener un proyecto de vida. Mi cometido es doble: de un lado colaboro en los talleres de empoderamiento y de otro busco mercados y formas de difusión de los productos que ellas elaboran. Aunque a veces resulte difícil por las vivencias que estas niñas han tenido, está siendo una experiencia tremendamente enriquecedora, indescriptible en muchos aspectos. Una de las mamás me ha pedido que sea la madrina de su hija Camila. Tengo una ahijada, ¡qué responsabilidad!
Siempre se suele decir de este tipo de experiencias que uno se lleva más de lo que deja, ojalá todo el mundo tuviera la oportunidad que yo he tenido y pudiera comprobar que es cierto.