¡Hola! Me llamo Carlota y ahora mismo me encuentro en San Vicente, una ciudad de El Salvador. Hace mes y medio que llegué y no me lo creo. Tengo la sensación de llevar media vida aquí y a la vez siento que acabo de llegar. Que el tiempo pasa volando no es ningún secreto para nadie, y en mi caso eso es buena señal.
Estoy colaborando con el proyecto “Producción orgánica en la región del Bajo Lempa y seguridad alimentaria: control de calidad de productos y diagnóstico de aguas y suelos”. En él, el departamento de Ciencias Agronómicas de la Universidad del El Salvador se encuentra en colaboración activa con CORDES, dando continuidad a un proyecto previamente iniciado. Éste se enfoca en el diagnóstico de los suelos y la calidad del agua en la región del Bajo Lempa, así como en la evaluación de la calidad de distintos productos agrícolas (plátano, loroco y cacao entre otros) y su influencia en la salud de los habitantes.
No hay una rutina definida, aquí cada día es diferente. Hay días que me reúno con el equipo, momento clave para coordinar nuestras actividades y los siguientes pasos a seguir en el Proyecto. Además, realizo salidas a campo, donde cogemos diferentes muestras que serán analizadas posteriormente. Otros días visito otras comunidades, lo que me permite entrar en contexto y entender, por tanto, la problemática con la que se enfrenta cada una de ellas.
En mi tiempo libre, soy un sí a todos los planes que van saliendo. Ir al mercado y mantenerme activa yendo al gimnasio son actividades sencillas pero que me alegran los días. Los fines de semana aprovecho para visitar diferentes lugares, dejándome guiar por los locales, quienes realmente son los que saben cómo funciona todo. Es un país pequeño y acogedor. Está lleno de vegetación teñida de un verde que no había visto nunca. Destacan también sus numerosos volcanes y playas, toda una maravilla de la naturaleza.
San Vicente es una ciudad llena de vida por las mañanas y duerme por la noche. Al ser pequeña, es muy accesible para recorrértela andando. Viniendo de Madrid, donde el transporte público es casi indispensable, es un respiro tenerlo todo más a mano.
Mi estancia aquí está siendo enriquecedora en todos los sentidos. He tenido la oportunidad de conocer a multitud de gente, con concepciones de la vida muy dispares a las que estoy acostumbrada. La gente salvadoreña es realmente abierta y amable, siempre dispuesta a ayudar. Cuando vienes de fuera, tener a este tipo de personas a tu alrededor es un regalo, y reconforta porque nunca te sientes sola. El Salvador tiene rasgos culturales muy distintos a los de España, y es que no se puede olvidar que, pese a compartir lengua (y aun así hay palabras que difieren enormemente), su historia y geografía discrepan. Gastronómicamente, El Salvador cuenta con comida deliciosa como las pupusas (de las comidas más típicas de aquí) y la gran variedad de frutas.
Lo afortunada que me siento de estar viviendo esta experiencia no lo puedo describir. Estoy aprendiendo en todos los sentidos de la palabra y siento que también estoy creciendo como persona. Surgen situaciones que no se podrían dar en ninguna otra ocasión, y es interesante ir viendo cómo reacciono ante ellas.
Ha habido momentos difíciles. Sobre todo, aquellos asociados a estar tan lejos de casa. Por ello, estoy muy agradecida de haber tenido conmigo siempre a mi tutor, quien me ha brindado su ayuda en todas las ocasiones que he necesitado y se ha anticipado a todos los problemas que me podrían surgir.
Aquí dejo de escribir. Todavía me queda algo más de un mes, y pienso seguir disfrutando de los pequeños placeres que este país me brinda, y de la oportunidad que se me presentó meses atrás cuando decidí embarcarme en esta aventura.