Colombia:
Pasados ya varios meses, echo la vista atrás y me río cuando embarque 24 horas hasta mi destino. Tras rotura total de maleta por la aduana estadounidense me recogió un transporte privado para llevarme a la capital del Cauca, Popayán. De camino, la policía nos revisó el interior del coche, encontrando mi equipaje en bolsas de basura (que amablemente mi aerolínea me ofreció por el estropicio) y dentro de una de ellas mi pasaporte (2 horas en otro país y sí casi lo pierdo). Haciendo balance mi llegada fue solitaria y diferente. Los colombianos decían que me cuidase, que no diese papaya (motivos), sinceramente pensaba que exageraban en cuanto a sobreprotección se referían; bien el segundo día me intentaron robar, solo fue un intento. Esta visión ha cambiado de estar sola a estar en grupo, y si hay que estar pilas, pero como en todos lados.
El proyecto con el que me introdujé en este mundillo es el fortalecimiento de la cadena productiva del café en el Cauca, título muy bonito pero muy amplio. Y el cuál no se empezó bien hasta que llegaron mis compañeras de trabajo, que fue un mes y medio después. Y ahora es cuando entiendo muchas de las cosas que se decían en el seminario previo a partir, así que mientras tanto me uní a otros proyectos que llevaban Unicomfacauca, uno de huertos en colegios para promocionar su tiendita saludable y otros de cocineras en los mercados, que aún sigue.
El proyecto en sí forma parte del Clúster de Innovación Social y Productivo del Parque Tecnológico de Innovación del Café (o también conocido como TECNiCAFÉ), lugar que no se había estrenado oficialmente hasta hace poco realmente y donde primeros meses me han brindado la oportunidad de conocer a gente de reinserción con historias de vida interesantes, compartir espacio, tiempo y muchas sonrisas. Y por supuesto aprender más del café.
Dentro de unas líneas estratégicas para el Clúster trabajamos con una asociación de 44 mujeres caficultoras, llamada CaféBío. Estamos caracterizando y georreferenciando a las asociadas, visitándolas finca por finca viendo sus problemas y dificultades en la caficultura así como asociación. Y estudiando la viabilidad de alternativas con el objetivo de mejorar sus cultivos de café y su calidad de vida. Dentro del estudio de viabilidad nos centramos en las posibilidades de un centro de acopio y de una ruta turística del café, que suponga una fuente extra de ingresos a las productoras. Estos son los trabajos fin de máster de mis compañeras que vienen de España también, Isa y María. Las tres trabajamos en conjunto todo el tiempo y compartimos casa, la verdad que muy buen rollo.
Las visitas a las fincas son trabajo en campo con todas las letras consisten desde bien pronto equiparse con botas, sombrero y mochila, coger un bus hasta encontrarnos con nuestros tres amigos conductores, subirse a la moto y recorrer un pedacito de Colombia por carreteras pecualiares. Vereda arriba, vereda abajo, mucho sol, subir y bajar pendientes viendo los cultivos (porque sí, hay cafetales que se cultivan en vertical), charlar y conocer a cada una de las productoras con un agua de panela, un tinto (café), mil jugos de frutas bien ricas, todo esto es lo que se queda en las retinas. La gente de las zonas rurales es extraordinaria, la calidez y la hospitalidad es algo que la gente de ciudad (me incluyo) debemos aprender más.
El día a día consiste en reuniones con actores de la cadena de valor de café, refrigerios, comidas abundantes, visitas a las fincas con polvo en la cara y pestañas tras horas en moto y a su vez que afloren todos los sentidos cuando ves tremenda berraquera de montañas y de paisaje de cafetales y cañas.
De este programa animaría a cualquiera que quiera salir de su zona de comodidad y adentrarse en otra realidad. Un abrazo bien fuerte.
Brigitte Contreras Abalos