Máster de Formación del Profesorado URJC
Centro de Arte para la Paz | Suchitoto
He vuelto a mi realidad cotidiana y todavía me siento algo extraño,como desubicado y sospecho que tendrán que pasar unas semanas para que consiga digerir las experiencias vividas al lado de los salva- doreños de Suchitoto. Al aterrizar en El Salvador desconocía cuáles
iban a ser mis labores en el centro y fue un poco frustrante no saber qué hacer, la extraña sensación de desubicación es similar a la que siento ahora mismo, pero sin personas que me resulten familiares a mí alrededor, lo cual hizo sentirme bastante inseguro. Pasado un mes y medio desde mi llegada empecé a impartir un taller sobre cómo hacer reportajes documentales. Gra- cias a este taller, logré establecer contactos y conocer de primera mano las costumbres con las comunidades rurales de alrededor de Suchitoto. De igual manera, conocí amistades que orgullosamente me he llevado conmigo de vuelta, junto con varias promesas de volver a encontraros.
Mentiría si dijese que todo fue idílico y fácil, además no quiero caer en los típi- cos discursos idealistas repletos de ilusión y alegría que casi nunca tiene que ver con la realidad cotidiana que uno vive. Conocer El Salvador fue entender las necesidades económicas y sociales de su gente, junto con los problemas de inseguridad generalizada derivada de la actividad de las pandillas. A nivel personal, fue enfrentarme a situaciones de soledad, agobio y frustración, que afortunadamente superé sin que mi voluntariado supusiera una experiencia amarga en absoluto.
Pueso afirmar sinceramnete, y aunque pareza un cliché, que esto fue posible gracias a la gente que me tropecé en el camino. Encontré en el carácter sal-
vadoreño una humildad y una manera de entender el día a día muy parecida a sociedad rumana, nacionalidad a la que pertenece un servidor, ví problemas muy similares que lograron hacerme sentir como en casa, compartiendo pu- pusas (masas de maíz o arroz rellenas), tragos de chaparro (aguardiente de fabricación local) o preparando desayunos tradicionales en la restaurante del centro. No obstante y a pesar de todas las explicaciones previas para ellos yo era “el español”, mote que me pusieron la gente del gimnasio local que me gustaba frecuentar, mote que me parecía raro y gracioso a la par porque a mi vuelta a España volvería a ser rumano de nuevo. Creo que las nacionalidades se vuelven difusas cuando uno comparte experiencias con su misma clase.
Siendo sincero, no sabía muy bien cuál era mi objetivo al iniciar el voluntaria- do, pasé varias fases en los tres meses y medio que anduve “jodiendo” por ahí, pero al menos creo humildemente que conseguí adaptarme a una rea- lidad nueva, me puse un poco a prueba y la verdad esto me anima a buscar más proyectos y conocer más culturas en mi futuro cercano.
Es pronto todavía para saber cómo condicionará esto mi futuro profesional pero hay cosas que ya están cambiando en mi vida personal y tardará poco en hacer efecto en otras esferas de mi vida.