Ghana
A partir de la descripción tan genérica que aparecía en la onvocatoria del puesto de Ghana, no me quedó claro en qué consistiría esta labor de “apoyo en un laboratorio de microbiología”. Me comentaron que, una vez en destino, mi labor se iría perfilando en función de mis cualidades y preferencias. Cuando llegué a Tamale, me agobié un poco al comprobar que el proyecto que estaba descrito sobre papel no existía como tal. No había ningún trabajo requerido en laboratorio de microbiología, así que quedé a expensas del profesorado de la universidad (UDS) para que me reubicaran. Rápidamente me asignaron la labor de colaborar en la mejora del funcionamiento de la enseñanza y servir de apoyo en la docencia en la facultad de Agricultura, lo que más se asemejaba a una facultad de Veterinaria. En un principio estaba muy entusiasmada con esta misión, pues uno de los objetivos que tenían en la facultad era el de crear la carrera de veterinaria, que no existe actualmente como tal. Al haber disfrutado de experiencias en varias universidades anteriormente, me sentía con voz y voto para dejar mi granito de arena, esa ilusión que tiene cualquier cooperante al pensar en una misión en terreno.
El problema residía en que, de acuerdo con los requisitos que exigía la beca, debía llegar a mi destino en el mes de junio para concluir los 6 meses de duración antes de que acabara el año, por lo que tuve que planificar mi viaje con mucha precipitación. Así me encontré en mi destino en una época en la que las vacaciones escolares estaban a punto de comenzar y la actividad en la universidad, lógicamente, empezaba a detenerse y con ella mi labor hasta tres meses más tarde con la reanudación del nuevo curso, por lo que me quedé sin tarea que realizar hasta septiembre. Ante este desajuste, la universidad me ofreció la posibilidad de regresar a España, la cual rechacé al considerar que, a pesar de todo, el balance sería positivo y aprendería muchas cosas a nivel personal, lo cual es una componente importante de esta experiencia al fin y al cabo.
En esta precipitación por partir en junio, tuve que compaginar la ultimación de detalles y la exposición de mi Trabajo de Fin de Grado con mi llegada a una nueva ciudad africana. Por suerte, al no disponer de una labor inminente que realizar, pude dedicarme por completo a esta tarea personal. Aparentemente, era la primera vez que se exponía por videoconferencia un TFG en mi facultad. Gracias a la buena disposición de todo el personal administrativo y profesorado de la UCM y de la UDS, pude desempeñar esta labor con éxito, no sin algún que otro susto de última hora, como que el bus que me llevaba la mañana de la exposición se averiara o que 10 minutos antes de conectar con Madrid, la conexión de internet se cayera.
Otra de las ventajas de disponer de tiempo libre fue que pude dedicar todo mi tiempo a adaptarme por completo, conocer la ciudad y hacer amistades. Llenar la despensa resultó ser un inesperado desafío que pasó a ocupar la mayor parte de mi rutina diaria. Tareas de lo más básicas, como descubrir dónde comprar yogurt a precio razonable (necesario en los inevitables reajustes intestinales iniciales) hasta ubicar la tienda de carne refrigerada higiénicamente aceptable, pueden llevar más tiempo del que uno podría imaginarse y con las que me familiaricé en este tiempo. Incluso me sobró tiempo para viajar por el país y concederme unas merecidas vacaciones de fin de carrera donde, a la vez, no paraba de descubrir el país y sus gentes.
Mi llegada tuvo sus más y sus menos, pero el hecho de compartir destino con una becaria de otra universidad (Inés, de la URJC) fue una enorme ventaja que lo facilitó y suavizó todo muchísimo. Desde los preparativos en conjunto, las fechas de vuelo coincidentes hasta las sensaciones y pensamientos de los días previos a la salida se hicieron mucho más fáciles al ser compartidos. Entre las dificultades que afrontamos estuvo el retraso de nuestro vuelo internacional (con lo que la llegada se produjo bien entrada la noche), el regateo con los precios del hotel de esa noche, la pérdida del vuelo interno que nos llevaba desde Accra, la capital, hasta Tamale (lo que implicó buscar una alternativa inminente, que resultó en un viaje en bus nocturno de 13 horas de duración). Sin duda, afrontar estos imprevistos en solitario no habría resultado tan distendido y la idea de viajar juntas fue un auténtico acierto.
A parte de los inconvenientes iniciales, nuestro responsable en destino, Courage, siempre estuvo muy pendiente de nosotras. Él fue el que realizó la reserva del hotel de Accra y nos procuró una persona que nos viniera a buscar al aeropuerto y luego él en persona, en la estación de autobuses de Tamale al día siguiente. También nos acomodó los primeros días en una pensión hasta que nos ayudó a encontrar una casa de alquiler pocos días más tarde, con lo que a los cuatro días de llegar a Ghana, ya estábamos instaladas en la que sería nuestra casa definitiva.
La gente aquí por lo general es muy servicial y cercana. Se lo toman con mucho humor y todo parece llevar un ritmo de vida diferente, mucho más distendido. Quizá fuera por esto, unido a un exceso de sensación de seguridad, que en nuestro segundo día en Tamale sufrimos un atraco. Nosotras sólo habíamos atendido a lo seguro que era el país y la bondad de su gente, olvidando que en toda ciudad hay zonas malas que no se deben transitar, especialmente cuando cae la noche. Afortunadamente, el percance sólo quedó en un susto y unos cuantos cedis menos (la moneda ghanesa), lo que nos sirvió como el toque de atención que necesitábamos para espabilar nuestra prudencia.
La adaptación a la nueva cultura no resultó problemática. Solamente tuve que aprender a regatear hasta al comprar fruta (siempre con buen humor y una sonrisa), acostumbrar a mis papilas gustativas a una frecuencia de comida picante más alta de lo que acostumbraba, ver mis piernas repletas de picaduras de insectos (no solamente de mosquitos) o habituarme a ser el “blanco” de atenciones por la calle y que los niños te saluden a gritos desde el otro lado de la carretera. Todavía me sigue sorprendiendo la insistencia generalizada por conseguir mi número de teléfono o que desconocidos me aborden para preguntarme si podemos ser amigos. Desde luego, problemas para hacer amistades no hemos encontrado, más bien al contrario (llegó un momento en el que hasta me sentí abrumada al tener que cumplir con compromisos de ver a varios grupos de amigos distintos).
En este momento me preparo para dar comienzo, por fin, a mi misión de ser profesora de universidad, contando ya con el beneplácito por parte del profesorado del departamento de “Animal Science” tras evaluarme y asesorarme con una breve exposición de 15 minutos que realicé ante ellos. Me han asignado dos asignaturas: “Introduction to Animal Nursing” de primero, e Inmunología, de tercer curso. Confío en mis aptitudes para desempeñar una labor positiva y que a su vez me servirá para coger la fluidez que me hace falta a la hora de desenvolverme en público.
Laura Cristina González Villeta