Marruecos
Mi nombre es Sara Fornoza y soy estudiante de Relaciones Internacionales en la universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Yo he vivido mi experiencia de voluntariado internacional en Rabat, Marruecos durante estos últimos tres meses.
Antes de aterrizar en nuestro destino creo que a todos, en un momento dado, nos han asaltado dudas y quizá algún que otro miedo, al ser conscientes de que por fin llegaba el día de comenzar nuestra aventura. Países conocidos para algunos, desconocidos para otros; pero eso sí, una oportunidad única para todos nosotros.
Llegué a Marruecos segura y convencida de que no me supondría mucho esfuerzo adaptarme, ya que de entre todos los destinos, yo estaba como aquel que dice “al lado de casa”. Sin embargo, ahí me encontraba yo, 20 días más tarde, con 3 mudanzas a mis espaldas, un desajuste digestivo alarmante y sin entender todavía mi papel en la asociación de acogida.
La verdad es que Marruecos llegó a sorprenderme a cada paso que daba y me fue poniendo pruebas hasta mi último día, en el que me encontré en aduanas retenida por no tener toda la documentación en regla, y me vi obligada a alargar mi estancia una semana más. Y es que al final yo me sentía como en casa, parece ser que no quería marcharme del todo. Ese país tan contradictorio y a la misma vez profundo, me había acogido con los brazos abiertos, con cariño, y yo me sentía muy agradecida de haberlo disfrutado así.
Trabajé para Médicos del Mundo Bélgica durante este tiempo y colaboraba principalmente con los grupos de trabajo infancia y salud que formaban parte de la Plataforma Nacional de Protección Migrante. Realizaba tareas de recopilación de información para el diseño de cartografías de actores en terreno, y participé en la redacción de documentos de consulta que debían presentarse oficialmente. Pero sin duda alguna, la actividad más provechosa y enriquecedora fue la organización de talleres con menores migrantes junto a otras asociaciones como Caritas. El objetivo era conocer en detalle su situación legal actual, sus vivencias personales y promover el reconocimiento de estos niños en calidad de menores y no solo como migrantes. No fue posible finalizar el programa completo que estaba pensado para mis tres meses por la falta de coordinación de tiempos y de proyectos, pero indudablemente formaba parte de los posibles a los que nos enfrentábamos como ONG.
En general, solo puedo decir que mi balance ha sido más que positivo, a pesar de sus contratiempos y grandes retos. Lo que me llevo es un intenso aprendizaje, el aporte profesional pero especialmente personal, dos culturas de la mano y una calidez humana increíble.