Mi nombre es Víctor y estoy en el último año de Enfermería. Este verano inicié el voluntariado en El Salvador, un pequeño país de Centroamérica que ahora no olvidaré nunca. La labor que he desarrollado como voluntario ha sido centrada en la promoción de la salud y prevención de la enfermedad, sobre todo en la población rural del Bajo Lempa, participando con la Asociación Fundación para la Cooperación y el Desarrollo Comunal de El Salvador (CORDES) y la Asociación Rural de la Tercera Edad (ARTE).
Desde el primer día nos incluyeron a mí y a mi compañero en el Departamento de la Mujer y realizamos numerosas sesiones-taller sobre aspectos de vital importancia con toda la población, como es la prevención del cáncer de mama, la educación sexual y reproductiva, la prevención de la violencia de género y la cultura de paz.
En el último mes nos dedicamos a trabajar con ARTE y con los jóvenes de San Carlos Lempa. Con las personas mayores organizábamos brigadas de salud en las diferentes comunidades de la zona y centramos nuestra actuación en la prevención de enfermedades y en el autocuidado. Con los jóvenes realizamos multitud de dinámicas relacionadas con los temas anteriores.
La llegada al país fue magnifica, nos recibieron con los brazos abiertos y todo estaba correctamente organizado. Antes de la salida ya conocía el proyecto y ya había trabajado en él varios meses antes. Me adapté fácilmente al ritmo de vida y a la organización de las asociaciones, conocer el proyecto y las experiencias de los voluntarios de años anteriores lo hizo todo más fácil.
La integración en la cultura salvadoreña fue muy rápida, al principio me agobiaba la mala planificación ya que su medida de tiempo es el “ahorita” que va desde el “ahora mismo” hasta el “nunca” pasando por dos horas de retraso. Pero finalmente me he adaptado demasiado bien, ahora en Madrid soy yo el que llega siempre tarde. El calor, la humedad y los mosquitos han sido mi punto débil. La verdad es que es molesto salir de la ducha y estar sudando, o levantarse con 34 picaduras de mosquito en la pierna, pero una vez descubres los pantalones largos y te acostumbras a esa gotilla que te recorre la nuca, todo es más fácil.
Personalmente ha sido la experiencia de mi vida, por toda la gente que he conocido, los lugares que he visitado y, sobre todo, el cariño que me han regalado. Me gustaría haber podido alargarla, aunque, si algo tengo claro, es que volveré a la tierra de las pupusas (comida típica salvadoreña).