«MUY VIVOS
(incluso en día de muertos)»
Instituto Down de Colima, Villa de Álvarez, Colima, México. Noviembre del 2017.
Mamá, por fin sé qué quiero ser de mayor.
Presentando al circo antes que a mí conseguí llegar a Colima, el estado más pequeño y sorpresivamente tranquilo de México. Gracias al privilegio de poder acceder a una beca pública llegó mi gran oportunidad de sentirme útil tras cruzar el charco. Esta oportunidad se convirtió en una gran responsabilidad –luego de muchas fotos, entrevistas, sonrisas, apretones de manos y demás formalidades protocolarias en la Universidad de Colima- en el momento en que supe que, 50 personas y personitas y yo íbamos a recrear juntos El Principito. Pues sí, juntos, me ocurre que trabajando con ellos me olvido de lo adulta que puedo llegar a ser.
La idea de beca que inició en Madrid ha ido transformándose hasta lo que ahora es. EL Instituto que me acoge, imparte educación regularizada y especializada para personas con síndrome de down, éste solicitó a la Universidad de Colima el servicio de un voluntario que se encargara de la labor artística y trabajara con los alumnos en la realización de pinturas y en la cuestión de creatividad. Mi propuesta -que en parte tiene mucha parte que ver con el arte- fue mezclarlo con el circo. Un circo de payasos donde te da igual que se rían de ti, es más ojala que lloren de la risa. Un circo de personas capaces y, vaya que si capaces, de usar y conocer su cuerpo. Un circo donde un yogurt es una karioka y un montón de arroz una pelota. Un circo con música –qué sería del circo sin la música-. Un circo hecho a mano. Un circo día a día. Un circo espontáneo a la vez.
Así pues, me ocupo de la cuestión de creatividad artística de la mano de la activación física en los diferentes salones, con personas desde los 3 a los 50 años, además de las diferentes tareas que ocupa cualquier escuela, talleres ocupacionales, preparación de eventos, festivales y excursiones incluidas. Y para finalizar esta explosión de creatividad, nos vimos capaces de llevar a escena y como no, al estilo cirquero, la obra de El Principito para así recordar una vez más, que sólo con el corazón se ve bien, lo esencial es invisible a los ojos. Quisiera enfatizar –a pesar de estar muy manoseado- en este punto. Cada día que voy (por suerte aun) a trabajar, aprendo de ellos a no juzgar , a vivir y valorar el momento, desarrollar mi imaginación, me reafirman que definir es limitar pero sobre todo de ellos aprendo y recibo el cariño desinteresado (pero el de verdad, de verdad).
Aunque a veces he tenido que aprender también a no dejarme chantajear, por payasita. Trabajar con ellos supone aprender un nuevo vocabulario, muchos puntos de vista, otro ritmo, entrenar la paciencia, mucha disciplina en el mejor sentido de la palabra y –un chingo- de reciprocidad. Además y por qué no decirlo, si aquí he aprendido a resaltar lo bueno y bonito, estoy acompañada de un súper equipo de trabajo de 9 mujerazas y 1 hombretón que me enseñan todo lo que me falta.
Por suerte –sí, Mamá, más suerte aun- la Universidad de Colima, con mucha responsabilidad social y multitud de proyectos varios, me dio el gusto de conocer y participar en dos labores más que realizaban con niños y niñas en situación desfavorecida y riesgo de exclusión (casa hogar de acogida y monitora de campamento de verano en una colonia popular). Fueron semanas de campamento e intercambio cultural, experiencial, emocional…-¡a ver quién es más niña ahora!- podrás imaginar, como los campamentos pues, imposibles de olvidar.
Y para seguir sumando, Mamá, Colima…su tierra, su gente, su comida, sus frutas, sus flores, su volcán y hasta el calorón… todo es bello y orgánico. Es una ciudad que lo tiene todo, horizontes de montañas interminables, un volcán que te saluda cada mañana con su fumarola y playas escondidas entre palmas y arena negra. Y sí, hay momentos que se hacen más difíciles porque una no sabe (aún), esta ansiosa y no conoce (aún), está lejos y no está acostumbrada (aún), o la cosa se complica en cualquier aspecto y no sabe como reaccionar (aún) pero… una aún aprende, si quiere. Es cierto que ya no somos como esponjas o sentimos con la misma intensidad que lo hacen las personas y personitas con las que tengo la suerte de trabajar pero todavía, y gracias a oportunidades así, uno sigue aprendiendo vivencialmente.
Mamá que dejo la Historia del Arte, que no es para mí. Me quedo en Colima, aprendiendo y enseñando, y también con mucho arte.
(ojalá)