Colombia es un país que engaña. Colombia misteriosa, diversa, llena de contrastes y colores.
Engaña porque te hace sentir en casa cuando en realidad no lo estás, te hace creer que no has cruzado el charco y que no estás en un país diferente al tuyo. Sin embargo, sus raíces diferentes, fuertes y profundas te recuerdan que, en efecto, estás en Latinoamérica.
Mi llegada a Colombia ha sido en un momento histórico inolvidable, de esos momentos que aprenderán en la clase de historia los chamaquitos del futuro. Un momento donde los colombianos y colombianas más que nunca se fortalecen y, convencidos, construyen el futuro del país que realmente quieren. Un país de paz en diversidad. Una diversidad incluyente donde todos y todas están en ese proceso de construcción y diálogo: indígenas, afrodescendientes, población LGBT y mujeres.
Y es que es un momento de apertura donde cada vez más se ponen en cuestionamiento los arraigados valores conservadores y patriarcales que han limitado tan fuertemente a mujeres y colectivos LGBT. Cada vez mayor número de personas hinchan sus pulmones para reclamar su espacio, visibilizar las injusticias y luchar por el cambio.
El Observatorio de Asuntos de Género es un espacio creado en la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario por Dhangelly Zuñiga, convencida de la importancia de visibilizar las cuestiones relativas a la situación de la mujer en Colombia, especialmente en relación a su papel y participación en la educación. Y junto a ella Steven Grattan, Diana Clavijo y temporalmente, yo misma.
Uno de los puntos fuertes del Observatorio es la capacidad de hacer redes, redes internas y redes externas, en función de la proyección del trabajo y los objetivos.
De esta manera algunos de los proyectos más relevantes en los que desde el Observatorio estoy formando parte son:
Así mismo hemos desarrollado otras colaboraciones en proyectos/actos relacionados con adopción, radios comunitarias y publicaciones que van surgiendo en la marcha.
Conocer los proyectos y procesos está siendo una experiencia muy interesante y compleja. Cuando piensas que ya conocías todos los matices, descubres que todavía te quedan unos cuantos más por descubrir. Cuando pensabas conocer todos los actores relevantes para el desarrollo de tu trabajo, te das cuenta que son necesarios unos cuantos más. Cuando pensabas que habías entendido todo a la perfección (incluido tareas, objetivos, tiempos, etc.) te das cuenta de que en realidad todo lo habías entendido al revés y es necesario volver a limpiar la pizarra de tu entendimiento y volver a dibujar el esquema necesario para trabajar.
Adaptarse a la metodología de trabajo en una cultura diferente y más en una institución como la universidad privada, se hace complicado cuando tu bagaje personal y profesional ha sido siempre en contacto con personas, en un trabajo humano y de la piel como es el trabajo social. La investigación, la necesidad de publicar y la competitividad en los ámbitos de la educación superior acaban siendo desgastantes y alienantes, conectando siempre con la parte más cognitiva y olvidando, desde la pantalla y el teclado, lo que se encuentra detrás de todo lo publicado: la experiencia humana (desde lo emocional, lo vivencial, aquello que te marca la vida y el corazón).
Colaborar en una institución universitaria es, entre otras cosas, desmontarte como humana y conectarte con la parte más mecánica de tu ser… leer, teclear, redactar, guardar, teclear, editar, publicar, teclear… y así sucesivamente. Lo único que te salva de no acabar acartonada es el contacto con las compañeras, las coordinaciones, las salidas a terreno para no olvidar el enfoque, conocer testimonios y vivencias.
Vivir la experiencia en Colombia supone entonces salir de la universidad, presionar el botón de OFF del cerebro y salir a bailar salsa, marchar por la paz, construir muñecas quitapenas, saborear el café, conocer la cultura muisca, viajar a Cartagena, estirarse en el yoga, ver las estrellas en el desierto de la Tatacoa, organizar ciclos de cine LGBT, aprender cumbia, visitar los proyectos de las comunidades, conocer la memoria histórica y charlar con los colombianos y colombianas que miran con esperanza al futuro.
¿Mi experiencia en Colombia? Un proceso de conocimiento y autoconocimiento, de cuidar y ser cuidada, de observar, aprender y construirse en un país, cultura y realidad totalmente diferente a la conocida. Salir de la zona de confort y reconocer otras formas de vivir, trabajar y comunicarse. Moldearse como agua conectando con la propia esencia de una misma. Nuevas raíces, herramientas, vínculos y sensaciones desconocidas hasta entonces que se integran en tu ser y te confirman en tu nueva realidad.
Mi experiencia de voluntariado está siendo un viaje hacia fuera y hacia dentro en constante transformación
¿Lo recomiendo? Por supuesto, siempre y cuando estés abierta a conectar con lo mejor y lo peor de una misma. Y desde ahí crecer para alcanzar las estrellas.
Marta Moreno Corella
Ilustración 1 Firma del Convenio de Colaboración entre ONU MUJERES y la U. Rosario. Por orden de aparición: Neiffi Porras (Presidencia para la Equidad de la Mujer), Steven Grattan (Director de Plaza Capital), Nancy Prada (Centro Nacional de Memoria Histórica), Nathalia Guerra (Rosario Sin Bragas), Diana Clavijo (Observatorio para Asuntos de Género y RSB), Mónica Parada (RSB) y Marta Moreno (yo misma).
Ilustración 2 Mi pequeño espacio del Observatorio.