Tres meses han pasado desde que llegué acá. Siglos para el corazón pero segundos en la esfera de un reloj. Lo que parece toda una vida en apenas noventa días. Si lo pienso, fue ayer cuando aterricé en la húmeda tierra montevideana; pero, quién dijo que la vida no pudiera ser contenida en un instante…
Noventa días más tarde, me veo frente a esta pantalla. Una hoja de Word en blanco. El cursor parpadeando: espera a que escriba la siguiente palabra. Espera a que un conjunto de palabras pueda contar lo que he hecho, sentido, descubierto; en definitiva, lo que he vivido. ¿Cómo transmitir estas vivencias tan extrañas y conocidas? Tan desconocidas y tan familiares a la vez… Bueno, supongo que lo suyo es comenzar con definir el marco.
Hoy en día, y desde hace apenas tres meses, vivo en EL Uruguay que no «en Uruguay», país al que llegué en un principio. Y si bien ya he armado mi pequeña rutina y mi zonita de confort; cada día sigue siendo una nueva aventura. A pesar de que haya perdido la sensibilidad en gran parte de la boca; aún hoy, cada vez que me pasan un mate, temo abrasarme la lengua, el paladar y hasta el esófago si me descuido. Sin embargo, y a riesgo de que esto pase (llámenme loca), no puede pasar un día sin compartir una agradable charla con un mate girando. Otra gran incógnita que se me plantea cada día es qué ponerme: en Montevideo, un día puede hacer veintitrés grados con una humedad del 90% —lo que provoca que las gotas de sudor resbalen lentamente por tu espalda todo el día— y al día siguiente, un frío que te hiela el alma a pesar del abrigo de esquí que llevas puesto. Pero bueno, si la vida no nos deparara sorpresas en cada esquina, sería mucho más aburrida.
Además, ya me he hecho experta en encender fuegos para los asados: una pensaría el método para hacer brasas es más o menos universal hasta que llega al Cono Sur. Entonces te das cuenta de que, torpe de ti, eres un cero a la izquierda en cuanto a fogatas se refiere hasta que te enseña un «uruguasho a hacerlo prolijo». Menos mal que tienes muchas ocasiones para practicar: con cada partido del cuadro uruguasho, en el cumpleaños del General Artigas, el aniversario de la muerte del General Artigas, el Día de Artigas y todos los días importantes de la vida de este héroe patrio. Pero hay que recordar que esto es el Uruguay, no tienes que llegar a la hora al asado o te verás sola esperando entre media hora y dos horas a que llegue el resto mientras tú, occidental perseguida por el tictac del reloj, te desesperas pensando que te han dejado tirada.
Igual, una ha de tener en cuenta que es española por lo que cada día corres el riesgo de que se malinterprete todo lo dices. No puedes ni cogerte un resfriado ni un autobús —eso menos todavía ya que aquí «tomás el bondi»—. Acá no alucinas con algo que te pase, acá «viajás pila»; no comienzas las anécdotas con «una vez» sino con «una vuelta»; decir culo está feo por lo que dices «cola», así no haces la cola para pagar sino la «fila» —como cuando estabas en primaria—. En definitiva, tienes que revisar el extenso vocabulario que has logrado adquirir a lo largo de toda una vida; sobre todo cuando trabajas con niñas y adolescentes.
Todo esto y mucho más en referencia a mi integración cultural, pero puesto que esto depende de cada persona y a ti, querida lectora, no creo que te vaya a cambiar la vida ni a ayudar a que te decidas a pedir la beca todo esto; te voy a contar qué estoy haciendo acá.
Como he dicho, estoy en Montevideo realizando unas prácticas de seis meses en el área de Extensión y Servicio a la Comunidad de la Universidad Católica del Uruguay Dámaso Antonio Larrañaga como «Comunicadora social». En este contexto, estoy participando en cinco proyectos de Extensión, marco en el que se desarrolla el trabajo comunitario de la Universidad. Por ejemplo, uno consiste en trabajar con niños y niñas en situación de exclusión desde la óptica de la recreación pero con objetivos educativos. En este sentido, la línea de trabajo que estamos desarrollando está relacionada con el medio ambiente (hacemos manualidades con productos reciclados, juegos de concienciación medioambiental, etc.) a través de la temática sobre piratas (hemos hecho barcos piratas con botellas de plástico y otros productos reciclables, mapas del tesoro con papel reciclado que había hecho previamente, etc). Todo esto se desarrolla desde el respeto a los Derechos Humanos y a la Declaración de Derechos de los Niños de 1997. Otro proyecto en el que estoy participando es la realización de un mural en el Centro Juvenil Pirincho en el cual; junto con unas doce adolescentes, estamos diseñando y realizaremos un mural que represente la diversidad. Para ello, hemos realizado varios talleres de reflexión que permitan definir qué es la diversidad, qué es la normalidad, quién dicta que es lo normal o lo diverso, etc.
Si bien estos son sólo dos ejemplos, no quiero contar demasiado en detalle las actividades que estoy realizando en el marco del Programa de Extensión puesto que hay numerosos proyectos y, en función del perfil o prioridades que una tenga, se puede participar en actividades de distinta naturaleza. Por tanto, esta flexibilidad te permitirá conocer realidades y participar en actividades de tu elección. Con conocer realidades me refiero a que la mayor parte de los proyectos tienen lugar en barrios marginalizados y excluidos de la ciudad, zonas en las que no sueles desarrollar tu día a día como extranjero de clase media —alta en comparación con la realidad de aquí—. Así, esta propuesta te permite acercarte a tales barrios, conocer la vida en ellos y sus problemáticas propias, repensar y repensarte dentro de este contexto (para no ser un turista social) y poder ejercer una cierta fuerza de cambio normativo en tu y sus realidades intersubjetivas. Si bien, en algunas ocasiones esto resulta muy duro y exigente, te sientes impotente, poco preparada e incluso inútil; la verdad que, al menos, el crecimiento personal está asegurado —lo que asegura un cambio en el mundo, al menos bajo mi perspectiva—.
Por otro lado, estoy participando en actividades relativas a la comunicación institucional del departamento y en la coordinación de proyectos de Extensión.
En conclusión, quisiera animarte querida lectora a que, al menos, te animes a pedir la beca por varias razones que he intentado transmitir en mi artículo. Por un lado, esta te permite sumergirte en una cultura nueva y diferente que te aportará una nueva cosmovisión y hará así que tu mundo y bagaje cultural sea más rico. Esto te llevará al crecimiento personal que, junto con el trabajo que estarás realizando con gran esfuerzo e involucramiento y junto con un maravilloso equipo de trabajo, te permitirá crecer también como profesional. Además, gracias a la participación activa con acciones normativas, podrás cambiar el mundo, aunque solo sea el tuyo que también es importante.
INSCRÍBETE « ¡ES UN GOLAZO!» —como dirían acá en Uruguay—.
Julia Constanza Marraud Pascual