Aún recuerdo la llamada en la que me comunicaron que había sido seleccionada para el puesto de Mediadora Social en Suchitoto, El Salvador. No me lo podía creer, de hecho, hasta que no me subí al avión, apenas 20 días después de conocer la noticia, no fui del todo consciente de esta gran oportunidad. Y, para ser sinceros, no fue hasta levantarme el primer día en este lugar, a casi 9000 km de toda mi gente, que me di cuenta del gran cambio que supondría vivir esta experiencia. Sin embargo esos sentimientos de incertidumbre, tal vez miedo, desconcierto…. fueron desapareciendo con el paso de los días de una manera muy rápida (aunque al clima tan húmedo nunca acabas de acostumbrarte). Ayuda mucho que el sitio sea tan bonito, cada rincón tiene y mantiene su historia, se conserva el empedrado de las calles, lo que le da un sello característico al lugar. En la imagen del principio se puede ver la Iglesia que está situada en la plaza central.
Cuando llegué, me recibieron súper bien. El primer día conocí a la hermana Peggy, que es la Directora del Centro donde me encuentro. Para mí es la gran Peggy, es una persona que ha construido todo este proyecto con unos valores e implicación con la sociedad admirables. El Centro donde estoy se llama Centro Arte para la Paz (CAP) y promueve una cultura de paz mediante un proyecto de auto-sostenibilidad para impartir diferentes talleres gratuitos, exposiciones y diferentes actividades para la población de Suchitoto, las comunidades locales y la gente que quiera visitar el centro (Imagen 2. Patio central del CAP).
En mi caso, llegué aquí por mi formación en Psicología. Al llegar, supe que hasta agosto no empezaría el proyecto de psicología en el que iba a colaborar. Por lo que me puse a ayudar y a involucrarme en todo lo que podía, siempre hay algo que hacer y en lo que apoyar. En concreto, hubo un pequeño cambio repentino a tan solo una semana de haber aterrizado, y la Coordinadora de la Escuela del Centro se marchó, y empecé a asumir sus responsabilidades y a ayudar en este sentido. Es algo que me vino muy de golpe y había muchas cosas que no entendía o no sabía cómo se hacían. Pero, como todo, y con el “ahorita” como filosofía de vida salvadoreña, agarré el ritmo y comencé a ayudar en todo lo que podía. Para resumir, mi función es estar de enlace entre los profesores que imparten los talleres y sus alumnos y la directora de la Escuela.
En Agosto comencé a colaborar en el proyecto de psicología de “Niñas y Niños Felices” –que se imparte en jornadas quincenales en el CAP – dirigido a parteras y profesoras acerca del desarrollo emocional de los niñas/os (Imagen 4. Jornada con integrantes del proyecto “Niñas y Niños Felices”). También estoy prestando atención emocional a mujeres maltratadas y a diferentes colectivos que vienen pidiendo ayuda al centro.
La experiencia del voluntariado está siendo, como veréis, muy rica y activa, ya que los proyectos que se realizan son varios, bonitos y muy útiles y, de verdad, tienen el poder de hacer algo grande con muy poco.
He de confesar, que al principio choca el cambio de palabras respecto al castellano, sobre todo cuando te dicen “agarre aquel bolado de allá”, y no sabes ni qué es bolado ni porqué dice agarrar ni allá. Ya he aprendido que hay palabras con otro significado totalmente diferente como coger, fregar o gradas, y otras muchas totalmente nuevas que aunque, al principio no entendiese nada, ahora forman parte de mi repertorio, como zancudo, cabal, bichitos o chinear. Pero te acabas habituando, y sobre todo, acabas riéndote de todas estas anécdotas.
He preferido dejar para lo último lo que, para mí, está siendo lo más importante. Vine con la idea, igual que muchos de mis compañeros, de enseñar y dar todo lo que pudiese, pero sobretodo, al menos en mi caso, de aprender y empaparme bien de la cultura salvadoreña. Y, cuando empiezas a conocer a gente local, empiezas a apreciar lo afortunada que eres al tener la oportunidad de venir, convivir, compartir y conocerles. Son gente encantadora, muy amable, sonrientes… siempre te reciben, aunque apenas te conozcan, con un “buenos días”, “que le vaya bien” o “que dios le bendiga”, acompañado todo de una sonrisa enorme. Poco a poco vas admirando cada vez más esta cultura, admiras los valores principales que tienen con respecto a la calidez, la amabilidad y la humildad. Y, ante todo, da igual los recursos que tengan, las situaciones precarias o traumáticas que tengan a su alrededor, siempre están con una sonrisa y con un amor que dar a los demás. He tenido la suerte o desgracia de estar cerca de situaciones e historias muy duras y traumáticas, y confesaré, que he recibido una gran lección de superación y de fortaleza por parte de las personas que lo estaban sufriendo. Tienen muy interiorizado el instinto de supervivencia y saben centrar bien el foco en lo realmente importante de la vida. Algo que, de verdad, te da muchas lecciones respecto al pensamiento occidental del que venimos.
Sin duda, está siendo una experiencia que supera cualquier expectativa, y, por supuesto, quiero seguir descubriendo y aprendiendo de este lugar. Porque, como dicen y he comprobado…. ¡Suchitoto enamora!