Antes de llegar aquí pensaba en cómo este viaje iba a cambiar multitud de cosas: mi forma de ver la vida, valorar y comprender nuevas culturas, conocer gente, etc. Pero incluso anticipando todo lo que pueda y no pueda pasar, es del todo imposible saber cómo sentirse una vez estás ahí. Tengo que añadir que muchos ya han tenido experiencias similares o al menos han probado brevemente un intercambio cultural como este, pero no es mi caso.
Llegué a Ghana con muchas ganas e ilusión, con energía y decidido a darlo todo por aprender y compartir al mismo tiempo. El primer mes es el más duro, sin lugar a dudas. Todo es diferente: el idioma, las costumbres, la religión, la comida, el clima, etc. Supongo que también es determinante viajar solo o con más gente, para el mismo o un distinto proyecto. Los primeros días son, efectivamente, un gran shock cultural. Todo impacta, todo sorprende y todo resulta irremediablemente extraño. Pensar que quedan 6 meses por delante puede resultar poco alentador durante esta primera etapa, pero se va pasando poco a poco, al igual que ese sentimiento de nostalgia hacia tu hogar, tus seres queridos, tu rutina, etc.
Tras una semana de papeleo, pedir permisos, cartas y demás, empecé a trabajar. Al principio es duro no conocer a nadie y que te resulte extraño hablar con gente tan diferente, culturalmente hablando. En mi caso, teniendo un nivel de inglés bastante aceptable, necesité bastante tiempo para entender el inglés de Ghana. No es malo en absoluto, pero a veces resulta extremadamente engorroso entender su forma de hablarlo. Por supuesto, esto también acaba superándose con unas cuantas semanas de trabajo y supervivencia por el nuevo “hábitat”. Al principio hay que saber escuchar y entender su forma de hacer las cosas, aprendiendo ciertas cosas que no te han enseñado en la universidad y, poco a poco, compartiendo (con ellos/as) las que sí.
Mi trabajo en el laboratorio del Tamale Teaching Hospital (TTH) empezó siendo como un recordatorio de muchas de las lecciones de la universidad, y otras cosas nuevas supusieron un aprendizaje de nuevas técnicas y procesos. Al principio fue lento, ya que tampoco tenía esa comodidad/seguridad necesarias como para ser o sentirme como parte del personal de un laboratorio. Poco a poco esa inseguridad se fue desvaneciendo, gracias al interés propio de aprender y a la cordialidad que ofrece toda la gente que trabaja conmigo.
Como ya he mencionado, el principio fue duro. A la segunda semana empecé con náuseas, vómitos, dolor de cabeza, fiebre y malestar general. Por mucha prevención que hagas y muchos foros y recomendaciones que se lean, siempre se peca de novato. Hasta que uno mismo no experimenta algo, a veces es imposible llevarlo a la práctica como se cree sólo con saber la teoría: HAY QUE VIVIRLO. Quitando los porqués, había contraído malaria. Por supuesto, la incredulidad fue máxima, pero había que aceptarlo y hacer algo al respecto, teniendo en cuenta que uno nunca está preparado para algo así (mentalmente), y más tomando profilaxis, echando repelente, durmiendo con mosquitera, etc.
Sin embargo, y como sucede siempre, uno se hace a todo. La adaptación es la gran amiga de esta aventura, la que te ayuda a superar las barreras más infranqueables y te allana el camino cuando parece que éste se hace cuesta arriba por momentos. También he aprendido a desarrollar la paciencia, esa gran cualidad que en mi caso estaba ausente por completo. Aquí he aprendido a medir el tiempo de otra manera, a vivir más de acuerdo al cómo que al cuándo. Los horarios y la puntualidad son incompatibles, cosa que al principio puede resultar extraño e incluso molesto, pero a lo que uno se acaba acostumbrando.
Dejando esos valores a un lado, mi labor en el laboratorio ha supuesto para mí un gran crecimiento, no sólo a nivel profesional, sino también profundamente personal. A pesar de haber estudiado muchas de las técnicas durante la carrera, era difícil pensar que iba a aplicarlas cuando acabara. Pues bien, esto ha supuesto transformar esa idea en realidad. Básicamente, mi labor en el departamento de Microbiología del TTH está siendo la de analizar muestras de diversas sustancias (sangre, heces, orina, esputo, etc.) como parte de un examen médico para determinar si un paciente está infectado por algún tipo de microorganismo/parásito. Para ello disponemos de varios microscopios y del material necesario (placas Petri, químicos para tinción, etc) para realizar todo el procesado antes de dar un resultado final. No obstante, el material no siempre está disponible, o bien hay cortes de agua, bastante frecuentes en Tamale. A pesar del nivel de formación del personal, no siempre se hace todo en las mejores condiciones de esterilidad. Es por ello que también, intento compartir mis técnicas y todos mis conocimientos para ayudar a crecer este lugar. Cabe mencionar que la mayoría de estos parásitos no son frecuentes en España y en otros países “desarrollados”.
A falta de unos dos meses para terminar el proyecto, el balance es positivo. He aprendido mucho en todos los sentidos, y creo que seguiré aprendiendo nuevas cosas cada día. A pesar de todas las dificultades iniciales, he conocido gente increíble y lugares fascinantes. Tengo gran cantidad de anécdotas e historias, pero me resulta imposible resumirlo de una forma breve y concisa. Creo que por ahora es suficiente como resumen de mi valoración provisional.
Y por supuesto, también tengo tiempo libre para salir por ahí, tomar unas cervezas, hacer deporte y conocer muchos lugares y gente inolvidables.
¡Espero que a todos los demás voluntarios les esté yendo estupendo en sus respectivos países!
¡Un abrazo a todos!
David Lara Domene