Es curioso cómo al volver a pensar en todo lo que he vivido en estos meses me doy cuenta de lo muchísimo que ha pasado en tan poco tiempo y de cómo ha cambiado mi vida, desde el día que solicité la beca hasta hoy.
El puesto por el que vine a Tamale (Ghana) era de técnico de laboratorio en el Hospital y no me acababa de ver muy preparada para ello, ya que, como enfermera, mi experiencia en laboratorio es mas bien escasa, pero lo veía como una buena oportunidad para aprender sobre el diagnóstico de enfermedades tropicales lo cual me motivaba bastante. Pocos días antes de venir, me comunicaron que mi labor no seria en el laboratorio, sino que iría al departamento de enfermería y partos. No sabía qué implicaba esto exactamente, pero sonaba muy bien y me apetecía.
A los tres días de llegar a Tamale, la persona de contacto aquí me llevó a la facultad de enfermería, que es donde en un principio iba a llevar a desempeñar mi labor. Pero allí nadie me esperaba ni había nada que yo pudiera hacer, ya que empezaban las vacaciones, asique fui al hospital, donde fui muy bien recibida y me organizaron unas rotaciones por distintas unidades.
La idea de hospital africano que tenía en mi cabeza fue superada con creces (para bien) por el Tamale Teaching Hospital (TTH). Es un hospital con unas instalaciones bastante nuevas, mucho personal, muchas especialidades y también muchos pacientes, porque se trata del hospital de referencia de toda la región norte del país. Al empezar mi actividad y conocer un poco mejor el funcionamiento del hospital, mi opinión ha ido cambiando: el personal del hospital que he conocido en general me parece muy profesional y que hacen su trabajo todo lo bien que pueden, pero las condiciones son complicadísimas por la falta de material, la escasa cobertura del seguro médico, las barreras de comunicación debidas a la cantidad de dialectos que conviven en el país y demás retos que se suman cada día.
Los primeros días en el hospital estaba muy perdida, todo me parecía un mundo y que la manera de trabajar era totalmente diferente a la de España. Me daba la impresión de que no lograría enterarme de su funcionamiento y que, aunque en muchos casos pensara que se deberían hacer las cosas de otra manera, yo no era quién para decir cómo debían hacerse. Después de tres meses trabajando en distintas áreas del hospital, he podido comprender cómo es el funcionamiento general del hospital, a pesar de que el funcionamiento cambia bastante de unidad a otra. He conocido a muchísima gente que ha conseguido que me sienta muy a gusto, estoy aprendiendo mucho sobre enfermedades tropicales y empiezo a entenderme algo mejor con la gente en distintos idiomas locales (dagbane, twi, hamsa…).
Como todo, el estar rotando de una especialidad a otra, tiene su lado negativo y su lado positivo. Por un lado, cada dos semanas vuelvo a empezar de cero en una planta, con lo que eso conlleva: enterarte de cómo funciona esa planta, ubicar las cosas, conocer a la gente y que te conozcan a ti. Y cuando por fin empiezas a ubicarte y a sentirte integrada, te toca cambiar. Sin embargo, es una oportunidad genial para conocer mejor el hospital, aprender muchísimo de patologías muy distintas entre sí y conocer a mucha gente. La verdad es que no me da tiempo a aburrirme.
Como he dicho antes, mi sentimiento desde el primer momento era de que yo iba a poder aportar muy poco, porque estoy con profesionales con mucha más experiencia que yo, y poco tiempo en cada sitio. Les quito un poco de carga de trabajo al aportar dos manos más pero, precisamente, personal de enfermería no es lo que escasea en este hospital. Aun así, siempre que encuentro un buen momento, intento comentar mis impresiones y hacer una crítica constructiva (sin demasiada esperanza de que se tengan en cuenta), aunque en algún caso sí lo hacen. Por ejemplo, en las urgencias pediátricas reciben muchísimos niños al día y lo hacen de manera muy caótica. Cuando les pregunté que si hacían algún tipo de triage me dijeron que no, asique al día siguiente me senté con el supervisor de la unidad para hacer juntos una hoja de triage pediátrico y se lo enseñamos a los enfermeros para que a partir de ahora, cuando lleguen los pacientes, se les atienda con un poco mas de sentido y de orden.
En cuanto a mi vida fuera del hospital, no habría sido lo mismo estando sola. Por suerte, vino con la misma beca otra compañera y, aunque nuestra actividad es diferente, compartimos casa y aventuras, lo que hace que todo sea muchísimo más llevadero, sencillo y divertido.
Nos instalamos en un “compound”, que es un tipo de casa muy común aquí, formada por distintos apartamentos que dan a un patio común, lo que esta genial, porque tenemos nuestro propio espacio, pero a la vez vivimos con tres familias de aquí y unos voluntarios canadienses, con lo que te sientes muy acompañado porque siempre hay alguien en casa.
Mi sentimiento hacia la ciudad también ha evolucionado mucho en estos meses. Ahora puedo decir que me siento cómoda aquí, a pesar de las complicaciones que tuvimos los primeros días (perder un vuelo, sufrir un atraco y una inundación, ajustes gastrointestinales, algún que otro timo…). También ha habido muchas otras cosas positivas, donde destaca la gente, que desde el primer momento nos ha acogido muy bien y nos ha ayudado en todo lo que han podido. Son muy atentos, incluso a veces demasiado.
Día a día va aumentando el círculo de amigos y, con ello, los planes y las cosas que hacer. Hemos tenido la oportunidad de celebrar el Eid-al-Adha (una fiesta musulmana en la que se sacrifican cabras), el festival del fuego, también fuimos al bautizo del hijo de unos amigos y otros muchos planes extraños como ver telenovelas mexicanas en casa de alguien que acabas de conocer.
Estos amigos y conocidos no son únicamente de nacionalidad ghanesa, también hay muchos extranjeros de todas las partes del mundo (indios, cubanos, libaneses, americanos, canadienses, ingleses, hondureños, húngaros, holandeses), con los que también compartimos muchos ratos de tomarnos unas cervezas, jugar al fútbol o al ultimate frisbee, alguna barbacoa o alguna escapada de fin de semana.
Muchos días, de camino al hospital, me asombro al ver lo integrada que me siento ya y cómo he podido hacer mi vida y tener mi rutina en un ciudad tan diferente a la mía. Realmente este sentimiento es muy satisfactorio y puedo decir con seguridad que esto está mereciendo la pena y que estoy muy contenta de estar aquí.
Me imagino que en los próximos meses que me quedan aquí no habrán muchas más sorpresas, seguiré con mi rutina y mis planes, ¡aprendiendo siempre de cada experiencia y de cada persona que se cruza en mi camino!
Inés García González