

Proyecto Prensa Escuela (Universidad Autónoma del Caribe)
Te escribo desde una tierra que, más que haber elegido yo, siento que me eligió a mí. Una oportunidad se presentó y, sin pensarlo demasiado, decidí arriesgarme a mudarme por tercera vez en mi vida, en busca de una nueva aventura.
Soy Isabella Muñoz, y desde hace dos meses estoy realizando un voluntariado internacional en Barranquilla, Colombia.
Ya puedo decir que no soy la misma persona que, un día cualquiera, aceptó por teléfono ser parte de Prensa Escuela sin tener del todo claro en qué consistía. Lo único que sabía era que sonaba emocionante, y esa intuición fue suficiente para decir que sí.

Ser parte de este programa de extensión social ha sido una experiencia profundamente transformadora: me ha hecho reflexionar, agradecer y, sobre todo, aprender. Nunca imaginé que llegaría a un lugar donde la comunicación cobrara tanto sentido, convirtiéndose en una herramienta capaz de transformar realidades.
Después de dos años estudiando los fundamentos del periodismo y la comunicación audiovisual, por fin pude poner en práctica todo aquello que mis profesores, con tanta dedicación, me enseñaron. Hacerlo en un contexto tan vivo, diverso y humano como el barranquillero ha hecho que cada aprendizaje cobre un sentido nuevo.
El calor te abraza desde el momento en que bajas del avión, y la cercanía de la gente hace que no quieras irte nunca. Los caribeños me han compartido su cultura, su música, su comida y su energía, y he intentado absorber lo más posible de cada pequeño detalle.

El proyecto Prensa Escuela de la Universidad Autónoma del Caribe me ha permitido conectar con adolescentes de toda la costa, encariñarme con ellos y aprender de su alegría y espontaneidad. Ellos me llaman profe, pero lo que no saben es que son ellos quienes realmente me están enseñando a mí.
Más que eso, me han recordado la razón por la que hago lo que hago. Al escucharlos y verlos, me reconozco en ellos: en la forma en que sueñan, en las ganas de comerse el mundo, en esa mezcla de miedo y entusiasmo por el futuro. Me hacen mirar atrás y darme cuenta de que, poco a poco, he ido cumpliendo los sueños que alguna vez tuve a su edad.
Solo me queda agradecer a todas las personas que han hecho que Colombia se sienta como un hogar. A mis compañeros monitores, por contagiarme su pasión y recordarme cada día el valor de este proyecto. A los pelaos, por su curiosidad, su entrega y por enseñarme tanto sin siquiera proponérselo. A mi mentora, Sonia Cañón, por estar siempre ahí, dispuesta a escuchar, orientar y enseñar con paciencia y cariño.
Y finalmente, a Carmen Ortiz, mi compañera de voluntariado. El destino quiso que ambas saliéramos de las aulas de la UC3M para entrar en las de muchos colegios, llevando los fundamentos de la comunicación a nuevos espacios y, sin darnos cuenta, llevándonos también una parte de cada uno de ellos con nosotras.
