¿Merecerá la pena? Y es que cuando me confirmaron que había sido elegida para realizar un voluntariado en la India todavía no sabía cómo iba a hacer para terminar mi máster y preparar todo antes de mi nueva aventura. ¿Y si no me daba tiempo? ¿Y si quizá estaba intentando abarcar más de lo que podía? ¿y si…? ¿Y si me estaba perdiendo una de las mejores experiencias de mi vida? Dicen que quién algo quiere, algo le cuesta, y por eso desde el momento que supe que había sido seleccionada puse todo de mi parte para conseguir aquello que quería: graduarme en el máster de psicopedagogía y conseguir mi visado para pasar tres meses en la India trabajando como voluntaria en una escuela.
Era la primera vez que viajaba con tan poco equipaje. La primera vez que viajaba 29 horas seguidas entre aviones y esperas. La primera vez que veía la India, y lo hice desde un bus lleno de gente autóctona y sin tener ni idea de dónde me tenía que bajar. Todo era nuevo para mí, sus calles, su gente, sus comercios, sus baños, sus costumbres y su manera de vivir y comunicarse. Sin duda es toda una inmersión cultural, más todavía teniendo en cuenta el hecho de que vivo con una familia india, ahora tengo cuatro nuevas hermanas, una madre, una tía y una abuela india. Pero no siempre es fácil enfrentarse a un idioma, una cultura y unas costumbres totalmente diferentes, por lo que también hay días malos, situaciones en las que no sé como actuar o costumbres a las que a veces me cuesta adaptarme. Sentarse en el suelo, comer con la mano, montar en autobuses dónde no cabe ni un alfiler, comidas picantes, dulces muy dulces, personas mirándote todo el tiempo o pidiendo selfies, etc. Sin embargo, ni un solo día me he arrepentido, pues aquí puedo aprender que hay muchas formas diferentes de vivir y que no siempre la nuestra es la mejor. He dejado todos mis estereotipos a un lado para adaptarme de lleno a este nuevo país y aprender un poco de Kannada, la lengua oficial de Mysore, la ciudad en la que me encuentro viviendo. Aprender algunas palabras del país en el que te encuentras siempre es recibido con una sonrisa y hace las cosas mucho más fáciles.
En cuánto al proyecto, me encargo de enseñar inglés y apoyar al profesorado en cualquier otra asignatura junto a mi compañera alemana. Sin duda poder enseñarles inglés es la parte más importante del proyecto, pero para mí lo más gratificante es poder compartir nuestras semejanzas y nuestras diferencias, conocer un poco más sobre ellos y que ellos puedan saber más sobre nosotras. Compartir nuestra cultura, nuestros pensamientos y vivencias es muy enriquecedor. Una comunicación de ida y vuelta dónde todos tenemos mucho que aprender. Y como siempre los niños son expertos en llenarte de alegría y recordarte el motivo por el cuál hace ya casi dos meses comencé mi aventura.
Si tuviera que definir mi experiencia en la India con una palabra, esa palabra sería sin duda “diferente”. Generalmente tendemos a considerar las cosas diferentes como algo malo, pero desde mi punto de vista, todo aquello que es diferente nos permite tener una nueva perspectiva, aprender una nueva forma de hacer las cosas o simplemente pensar de un modo distinto. Más enriquecedor, diverso y por lo tanto más interesante. Tan solo queda un mes para terminar mi aventura en la India y la despedida va a ser tan intensa cómo está siendo mi experiencia aquí. Sin duda una parte de mí se queda en la India y yo me llevo un pequeño pedazo de ella.