Hola a todas.
Mi nombre es Nerea Belmonte, soy estudiante de último año de Relaciones Internacionales y Periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos, y actualmente me encuentro colaborando con el Centro Arte para la Paz (CAP) de Suchitoto, en el departamento de Cuscatlán, El Salvador. Un espacio cuyo principal objetivo es dar a niñas y niños la oportunidad de asistir a clases y talleres totalmente gratuitos en un país donde a veces las oportunidades educativas públicas son un poco limitadas. Y limitantes.
Aquí, en el centro, mi labor como voluntaria es muy amplia. De hecho, una de las grandes ventajas de proyectos como el del Voluntariado Internacional es que tu aportación personal a las organizaciones de acogida puede ser todo lo amplia que quieras. Así como tu aprendizaje. Puedes colaborar y conocer tanto como estés dispuesto.
En mi caso concreto, el puesto al que inicialmente yo (y mi compañera Rosa –también de la URJC– a la que conocí al inicio de este viaje) habíamos aplicado estaba relacionado con la preservación de la Memoria Histórica en el área de Mediateca. Es decir, gestionar miles de imágenes y vídeos de archivo de la guerra (1979-1992) y posguerra civil salvadoreña que los vecinos de la región habían donado al CAP.
Sin embargo, al llegar aquí las oportunidades y propuestas de apoyo se multiplicaron por mil, y, en el apenas mes y medio que llevo en Suchitoto, he podido colaborar en el mantenimiento de la página web de la organización, la creación de carteles y señales, la gestión de redes sociales e, incluso –al margen del trabajo en el CAP– organizar una pequeña jornada de juegos y atletismo para niñas/os pequeñas/os en la comunidad de Zacamil 2, a pocos kilómetros del casco urbano del pueblo.
A todo esto, se ha sumado también un proyecto de grabación de un minidocumental sobre las historias de las mujeres del municipio antes, durante, y después del conflicto. Pequeñas y grandes historias que, se pretende, no caigan en el olvido por la falta de registros.
Muchísimas oportunidades para aprender.
Y es que seguro que es la gran percepción de todas y todos los voluntarios. Nosotras estamos aquí más que para ayudar, para aprender. No solo de las labores que nos piden, sino, también, de todas las personas a las que estamos conociendo, de todos los lugares que estamos visitando y de todas las diferentes culturas y realidades con las que estamos entrando en contacto.
Hasta el momento, mis mayores aprendizajes tienen que ver con comprender una nueva sociedad que tiene mucho y a la vez nada que ver con la sociedad española. Estoy conociendo la verdadera hospitalidad salvadoreña (donde todas y todos nos han acogido con los brazos abiertos); estoy descubriendo nuevos matices en las relaciones humanas, y, especialmente, en las interculturales; y, poco a poco, estoy despojándome de mis “gafas del privilegio” para encontrar en todas las personas que conozco una fuente de inspiración y admiración.
Solo puedo estar agradecida por esta experiencia de la que aún me queda mucho por vivir.