Han pasado cinco meses desde que decidí, casi por casualidad, revisar el correo de la universidad tras semanas sin hacerlo, confieso que no era una de mis costumbres habituales. En una lista interminable y aburrida de correos sin leer había uno que me llamó especial atención en relación a un proyecto de voluntariado del cual desconocía su existencia. La curiosidad pudo conmigo y decidí abrirlo para comprobar de qué se trataba. . . y bueno, hoy me encuentro redactando estas líneas desde un pueblo cuyo nombre es Suchitoto, en algún lugar cualquiera dentro de la República de El Salvador, así de sencillo, así de loco.
El voluntariado que estoy haciendo es dentro del Centro de Arte para la Paz, un proyecto local y auto sostenible que promueve una cultura de paz e integración social por medio de talleras de arte, música, danza entre muchos otros, que se ofertan de mantera completamente gratuita a los jóvenes de “Suchi” y las aldeas de los alrededores. La importancia de este proyecto reside en el hecho que El Salvador es un país que aún tiene todavía heridas abiertas de una guerra que tuvo un coste inmenso para un pueblo que se vio forzado a alzarse en armas en contra de la miseria, la represión y la pobreza. Suchitoto es uno de los lugares que más sufrió ese conflicto. Cuentan los lugareños que era una ciudad fantasma durante la guerra por esa razón es especialmente emocionante conocer su pasado poder disfrutar hoy de un pueblo de calles empedradas rebosantes de vida, casas coloridas y atardeceres como jamás había visto antes.
Mi labor en el centro es impartir un taller de grabación para formar a estudiantes y jóvenes en el mundo del reportaje documental, para trabajar así de manera conjunta una serie de entrevistas sobre las costumbres de la gastronomía local, la agricultura ecológica y el cuidado del medio ambiente. El objetivo de preparar material audiovisual para la próxima exposición del “Museo Comunitario”, un espacio propio del que dispone el Centro para la promoción de arte, historia y costumbres de la zona. Sobra decir que no veo el momento de ponerme a grabar con mis alumnos y conocer a gente local de primera mano, sospecho que tendré muchas historias que contar después de este proyecto.
Ha pasado un mes y medio desde que estoy aquí y todo sigue siendo una locura, porque la experiencia está siendo muy gratificante a nivel personal. Uno de los principales motivos que me empujó a embarcarme en este proyecto fue una necesidad de poner a prueba mis dotes como futuro docente en un entorno completamente nuevo, fuera del mundo de lo previsible, lejos de lo convencional y adentrarme en un mar de posibilidades que se escapan a mi control, a mi cotidianidad y a mi rutina. Estos ingredientes me parecen ideales para comenzar aventuras y escribir historias memorables como la que estoy viviendo “acá”.
Creo que nunca comprendí el alcance real de la expresión “la vida da muchas vueltas” hasta ahora.